“El fuego cambia todo lo que toca,
el aire cambia todo lo que toca.
El agua cambia todo lo que toca,
la Tierra cambia todo lo que toca”

Machupicchu 2010

Machupicchu 2010

“Qué bueno que volviste” me dijo Carlos. Estaba terminado el mes de agosto en el año 2010, y también mis vacaciones. Había recorrido el Salar de Uyuni, La Paz, el Lago Titicaca y Cusco. Parecía un sueño, pero era realidad. Finalmente había conseguido hacer el viaje que siempre había soñado. Estaba en la cima de la montaña Machupicchu, abajo la misteriosa y cautivante ciudadela prehispánica. En frente, el rostro del Inca camuflado como la montaña Wayna Picchu. Por la mañana temprano también había estado en esa cima. Me dolía todo. Estaba muy cansada, y plenamente feliz.

Carlos estaba a mi lado, no había nadie más. Él tocaba la quena. Me contó que había tenido un accidente hacía un tiempo, se había recuperado por completo y debía venir a la montaña a agradecer y estaba convencido que mi espíritu ya había pisado estas rocas sagradas. Me invitó a participar de su ritual y luego de unas frases en quechua, las hojas de coca volaron con el viento que traía la tarde y quedaron suspendidas alrededor nuestro.

Fui una segunda vez, hace pocos meses atrás, con Mariano. Esta vez el presupuesto fue mucho menor y las reglas del juego eran distintas. Por todo esto (o no tanto) llegamos a Aguas Calientes caminando por las vías del tren. Tuvimos que comprar las entradas a la legendaria ciudadela con anticipación, en Cusco, y teníamos como casi siempre en el viaje, tiempo de sobra. Pasamos tres noches en ese extraño y plástico pueblo de aguas termales, restaurantes y hoteles en abundancia. Aún así, ver el lugar donde vinieron a levantar este pueblo, rodeado y casi acechado por las altas montañas pre selváticas del Perú, es impresionante. El comienzo de la temporada de lluvias se notaba en las frías gotas que caían en algún momento todas las tardes, y en la bravura del río Vilcanota que corre rugiente llenando la quebrada.

Caminando entre el río y las vías, hacia Aguas Calientes

Caminando entre el río y las vías, hacia Aguas Calientes

Espíritu holywwodense

Espíritu holywwodense

El amanecer nos encontró a mitad de camino, montaña arriba. La multitud se acumula en la entrada al parque porque nadie se quiere perder el espectáculo de la niebla corriendo como un telón, para dejar al descubierto esta maravilla de la ingeniería incaica. De fondo la montaña jóven, el Wayna Picchu, ese misterioso rostro que custodia el Patrimonio de la Humanidad más visitado del mundo.

Comienza el show natural

Comienza el show natural

Están las simpáticas llamas posando para las fotos más insólitas. Está la plaza de los templos con las enigmáticas sombras. Están las terrazas de cultivos, y las de contención. También está el fabuloso Templo del Cóndor con los privilegiados balcones. El imponente y ya intocable Templo del Sol. Las mil y un ventanas de las tantas habitaciones… está todo lo que estaba hace 4 años, hace más de 500 años. 

Machupicchu Peru-23

Ventanas para espiar la historia

Machupicchu Peru-25

Podría pasear días enteros por ahí. Con un guía personal o colándome entre grupos para ir armando la historia como en rompecabezas, porque me gusta escuchar un rato… pero un rato no más. De todas maneras, mí lugar está arriba. A 3082 metros sobre el nivel del mar. Junto al mástil que ya no tiene a la Whipala, junto a los pocos que suben, un poco porque no les queda otra: no consiguieron entradas para Wayna Picchu y suben Machupicchu, la montaña vieja.

Son varios, son bulliciosos y chillones. Los españoles no la invadieron, pero los turistas sí. Resoplan de fastidio porque estamos más alto que las nubes y no se ven las ruinas. ¿Cabe lugar para el fastidio aquí? Si tuvieran con quién, se quejarían como quién reclama por la demora del show que pagó. Vaya a saber qué reloj los corre, pero al poco tiempo se van en manada como llegaron, y las nubes por detrás.

Escalones que suben la Montaña Vieja, Machupicchu

Escalones que suben la Montaña Vieja, Machupicchu

Yo la elijo. La vuelo a elegir. Para el mediodía ya estoy sola con la montaña nuevamente, y vuelvo a entender aquel centro del Universo que Carlos me explicó 4 años antes… Llevo mis hojas de coca, besan la tierra y salen a volar junto con las nubes que por fin despejan la vista de todo el Imperio a mis pies. Yo no vengo a agradecer que me recuperé de un accidente… o sí? No sé bien de qué, pero me siento recuperada. Esta misma piedra fue una de las primeras sobre las que levanté el sueño de seguir viajando, de alcanzar metas fuera de las aulas y los diplomas, escondidas en los mapas.

No soy muy amiga de pensar en otras vidas, por eso intento vivir ésta de la forma más completa posible. Ahora sí, mientras canto “El agua cambia todo lo que toca, la tierra cambia todo lo que toca…”, ahora sí, Machupicchu, qué bueno que volví.

Machupicchu Peru-18

(En la siguiente entrada te cuento los detalles de cómo llegamos a visitar Machupicchu 😉 )

Sobre El Autor

Soy Vito. De raíz riojana y treinta y pico de años. Viví también en Córdoba, Mar del Plata, Buenos Aires. Viajé por Nueva Zelanda, Cuba, Italia, Bolivia y otra veintena de países más. Pediatra de vocación y formación, y en los ratos que me hago entre el trabajo “serio” trato de aprender algo nuevo (tejer, cocinar, fotografiar, hablar otros idiomas, lo que sea). Amante del yoga (a.k.a. “profesora”), curiosa ayurvédica. Estudio y trabajo con la salud y la enfermedad, pero a mí lo único que me curó fue viajar. Una vez sentí que era hora de poner los pies en la tierra… y lo tomé demasiado literal, quizás.

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6 Respuestas

  1. Mario

    Recordar Machupicchu frecuentemente…imagino que debe ser como ventilar el alma…bien Vito..!!

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  2. trekkingandtravel

    Machu Pichu un lugar increible, filosófico, espectacular, humano y del mas allá. El ser humano se debe poner a la tarea de descubrirlo, de explorarlo, de quererlo y mas aun, de preservarlo.

    Responder

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