¿Qué posibilidades había de que una ciudad que amontona 10 millones de personas en unos 600 km² me guste? El verano debe ser uno de los peores momentos para visitar Seúl. Un vuelo de más de 14 horas, y varios días en tránsito te garantizan cansancio y malhumor… Y el jet lag… Cruzar otra vez la línea del tiempo del globo terráqueo que hace que saltes de fecha y un día entero te dure sólo 7 horas, mientras es siempre de noche.

Era invierno hace pocas horas atrás y de repente tocó guardar el poco abrigo y ponerse ropa ligera y bloqueador solar. Salir a conocer templos, palacios y rodearse de rascacielos fue nuestra nueva rutina.

Antes de viajar, leímos y nos repitieron varias veces que todo Corea del Sur tiene el tamaño de la provincia de Santa Fé en Argentina. La escala no nos entra en la cabeza estando aquí. Todo parece gigante, infinito. Especialmente en Seúl, la grandiosa capital, que sutilmente nos fue conquistando.

El factor climático fue lo único negativo. Uno de los peores veranos que me tocó vivir, con altas temperaturas, pero más alta aún la humedad (lo que te mata, viste?). Así y todo caminamos como nunca. Recorrimos hasta el límite de lo que nos dió el cuerpo, hasta que entendimos que conocerlo todo iba a ser imposible si queríamos viajar a otros lugares del país. Entonces empezó el recorte de los itinerarios.

Visitamos tres de los cinco Palacios de la Dinastía Joseon que hay para conocer en la ciudad. Cada uno con algo distintivo y especial.

Y caminamos mucho varios barrios de la ciudad, sus mercados, y algunas calles temáticas muy peculiares.

Barrio Insadong

Este fue nuestro primer hogar en Seúl y quizás por eso lo queremos mucho! Nos sentimos muy cómodos en nuestra guesthouse, bastante tranquila y familiar, desde los dueños hasta los huéspedes. Y está en una ubicación estratégica si te interesa recorrer los palacios y mercados más tradicionales. Todo lo hicimos caminando desde allí, y aunque no es lo más recomendable para el verano, sobrevivimos a fuerza de mucha agua fresca. Si adoptás las costumbres locales de usar sombrilla (las podíamos tomar gratis en el alojamiento) y el abanico, avanzas dos casilleros fundamentales contra la fatiga y el golpe de calor!

En este barrio, además de palacios, hay algunas calles muy tradicionales de comida callejera, y otra más comercial donde tentarte con mil huevaditas para llevarte de recuerdo.

También está el templo Jogyesa que es como un oasis de tranquilidad en medio de la jungla citadina

Barrio Tradicional Bukchon

Muy cerquita de nuestro hogar estaba la entrada al barrio tradicional, o #HanokVillage, Bukchon. Fuimos sin averiguar nada, siguiendo un mapa turístico de la ciudad y entramos al primer lugar que vimos abierto al público. Y fue un gran acierto ya que dimos con el Sr Kim, un guía de una de las casas abiertas para que los visitantes conozcamos un poco la historia de este tipo de construcciones tan particular que distingue la arquitectura coreana. Hablaba excelente inglés y le ponía un histrionismo extra a todo lo que nos contaba, lo que facilitaba mucho la compresión del integrante menos ducho en el inglés de la pareja (el quetejedi…) Entonces aprendimos que hay tres «ingredientes» fundamentales para llamar a una casa como «tradicional» (si no los cumple, te están robando!):

  • arena en el piso del patio, para escuchar los pasos y saber que llegan visitas (y «prepararse para recibirlos»);
  • un banco corrido hacia el patio, para extender el salón de la casa hacia afuera y no tener que quitarse los zapatos (costumbre obligada si uno entra al interior);
  • una fuente de agua, porque esta gente tiene un trauma especial con los incendios… las casas tradicionales originales eran de madera y papel de arroz, con lo que cualquier chispa prendía fuerte, y hubieron varios incendios masivos que destruyeron varias villas; entonces la solución fue poner en cada puerta una fuente de piedra con agua. De piedra, para que sea bien pesada y nadie la pueda mover de allí. Lo curioso es que el agua que contienen es muy poca, ellos mismos lo cuentan varias veces, no alcanzaría para apagar un incendio, pero lo creen una buena medida de «primeros auxilios», algo así como que sólo sirve para evitar un incendio. «Si el fuego prende, nada lo puede detener».

El concepto era una casa de varios ambientes integrados por los patios, donde sucedían cosas muy importantes, como preparar el kimchi (famoso, ya entraré en detalles), e incluso celebraciones familiares como casamientos, entonces «no hay afuera y adentro, todo es el hogar». (Me encantó, quiero una casa así!).

Otro tema es el sistema de calefacción que utilizaban (en verano sufrimos mucho el calor, pero en invierno en esta ciudad nieva!). Un precursor de la loza radiante llamado Ondol… Un sistema de brasas (ojo con el fuego, muchachos!), y un laberinto debajo de la casa por donde circula el calor. La casas están ligeramente elevadas del suelo, para darle lugar a este sistema, pero también porque como los muertos descansan bajo la tierra, sostienen que cuanto más arriba, más cerca del Cielo estarán.

En este barrio, las callejuelas se llenan de chicas que alquilan los vestidos tradicionales y posan muy teatralmente para las fotos que les toman las madres, tías, abuelas (a veces todas vestidas igual). Esta curiosidad la vimos en los palacios y algunos otros atractivos turísticos del país, y no se puede negar que le da una magia especial al lugar (y a nuestras propias fotografías).

Barrio Myeondong

Otro de nuestros favoritos para pasear. Lo visitamos casi de casualidad cuando fuimos al ver el área del City Hall (impresionante edificio). También hay calles de tiendas, mucha juventud con onda paseando y tirando selfies, pero lo más interesante es el Mercado Namdaemun, un cambalache donde encontrás ropa, muchos sombreros (furor del verano, se ve), fritangas al paso, frutas y cosas raras, y puestos de comida.

Casi saliendo del barrio fuimos a dar con un paseo casi bizarro, la Comic Road, una calle que se mete en un barrio trepado a una sierra (cercana al monte Namsan, donde está la torre super famosa), donde hay muchos estudios de diseño y animación y por ende muchos murales muy geniales y hasta muñecos gigantes por la calle. La vida quiso que esto lo encontremos mientras paseábamos con Pato, un chico de Argentina que conocimos en el avión y con quién nos juntamos para recorrer la ciudad, de profesión: ilustrador, estaba como loco (y nosotros también)!

Sacando a pasear a los niños interiores

Barrio Dongdaemun

Aquí llegamos buscando la puerta este de la ciudad y una porción de la antigua murralla que delimita la zona más antigua de Seúl. Llegamos al atardecer, nos trepamos hasta la muralla para ver caer la noche en la alocada capital. Luego nos dejamos atraer por el resplandor del DDP (Dongdaemun Design Plaza) que, como todo en este país, te deja con la boca abierta en la estética y diseño llevados a la máxima expresión.

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Barrio Gangnam

Famoso por la canción famosa del señor famoso que batió récords en youtube. No es la gran cosa… supuestamente el «polo tecnológico», pero para estos sudacas que ya con una estación de metro estábamos sorprendidos de lo que el primermundismo puede llegar a ser, este barrio no nos llamó especialmente la atención en casi nada. Aquí hay una mega tienda y exhibición de Samsung donde probar algunos productos de avanzada, ver como son las «casas inteligentes», probar alguna experiencia de realidad virtual y asombrarnos de que los productos de la marca coreana sean tan costosos aquí. En la puerta del mega edificio hay un acampe en protesta por «las muertes de Samsung», ya que han documentado varios casos de enfermedades de la piel y leucemias en trabajadores expuestos a productos nocivos en sus fábricas… Como no podía ser de otra manera, el progreso no es gratis.

Barrio Itaewon

Nuestra última parada fue un barrio muy peculiar. Decidimos «mudarnos» los últimos tres días a Itaewon para poder conocer algunos lugares más, como el War Memorial. En este barrio todo mutó de lo tradicional a lo cosmopolita. Restaurantes de comidas de todo el mundo, árabes, indios, occidentales por todos lados. Aquí está establecida una base militar estadounidense, por lo que se ve a los muchachos en sus días libres paseando y comiendo unas buenas burguers. El War Memorial es inmenso, infinito. Pasamos más de 4 horas allí, leyendo, sumándonos por momentos a las guiadas, recorriendo todos los episodios posibles de la historia de este territorio, desde el Goryeo hasta la actualidad, obviamente con especial atención (y todo un piso dedicado) a la Guerra de Korea. Todo ultra detallado, como lo hacen todo aquí, y con una visión al menos limitada del conflicto, dedicando solo alguna frase final al dolor de las familias y las pérdidas que significó, ¿quizás como una manera de dar una visión de superación y no mostrar las heridas y vulnerabilidad? El museo es gratuito y hay tres horarios diarios para sumarse al recorrido con guiada en inglés.

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Sí, nos faltaron mil lugares por conocer, pero como dije es una cuidad inmensa y atrapante en cada detalle. No somos muy fan de las capitales, pero ésta tiene algo especial. Quizás fue el amor por el primer puerto de llegada de nuestra aventura, quizás eran tantas las ganas de viajar que hasta una mega metrópoli nos colmaba la ansiedad de los pies, como sea, Seul: te queremos!!

Sobre El Autor

Soy Vito. De raíz riojana y treinta y pico de años. Viví también en Córdoba, Mar del Plata, Buenos Aires. Viajé por Nueva Zelanda, Cuba, Italia, Bolivia y otra veintena de países más. Pediatra de vocación y formación, y en los ratos que me hago entre el trabajo “serio” trato de aprender algo nuevo (tejer, cocinar, fotografiar, hablar otros idiomas, lo que sea). Amante del yoga (a.k.a. “profesora”), curiosa ayurvédica. Estudio y trabajo con la salud y la enfermedad, pero a mí lo único que me curó fue viajar. Una vez sentí que era hora de poner los pies en la tierra… y lo tomé demasiado literal, quizás.

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