“Hace mucho, mucho tiempo atrás…” Mmm… cuánta ilusión latente en esa frase, no? Quizás el viaje supremo de cualquier aventurero inicie así. El desafío máximo es decir “Mi viaje más exótico fue hacia el pasado”, o el futuro claro. Y para acercarnos a este objetivo, sin Marty McFly pero con mi amado Bugayo, sin el Delorean ni el Doctor Brown, pero con el colectivo de la empresa Facundo, salimos de la terminal de La Rioja y llegamos a la puerta del Parque Nacional Talampaya. Tal como llegamos a tantas otras reservas naturales, entramos caminando sobre el ripio con nuestra carpa lista para plantarse en algún rincón privilegiado del mapa, y planes imprecisos.

Tierra colorada y arcillosa.

Tierra colorada y arcillosa.

El Parque es Patrimonio Natural de la Humanidad UNESCO desde el año 2000. Pero existe desde hace unos 225 millones de años, cuando albergó fauna y flora del período triásico, algunos de estos ejemplares permanecen hasta hoy como fósiles testigos del paso del tiempo y el cambio del paisaje.

Un viaje en el tiempo tiene un sólo vehículo, la imaginación. Recorrimos el Cañón junto a nuestra guía y su relato es la base para entender lo que vemos. Tierra enrojecida por el óxido de hierro, en distintos tonos y capas que muestran los movimientos del viento y la tierra misma, el antes y después de la Cordillera de los Andes, el cauce del “Río Seco del Tala”, de donde viene el nombre del Parque. Este curso está hoy separado por gigantescos paredones de más de 150 metros de alto que alguna vez fueron un sólo bloque.

El grupo de todas las edades y procedencias se maravilló ante la imponencia de los muros. Como niños posamos para fotos, tratamos de descifrar los enigmáticos petroglifos, y pegamos todos juntos un grito fuerte que viajó hacia el futuro inmediato, y se multiplicó por el eco de todo el Parque.

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Mensajes grabados…

El “Tala”, árbol emblema de la zona, algarrobos blancos, negros, chañares, la peladita retama de tallos verdes… el paisaje nos invade serenamente mientras vamos adivinando las formas en la histórica piedra. El viento esculpió chimeneas en una Catedral, un Rey Mago en su camello y hasta un Monje, más un sinfín de formas a libre interpretación. El desierto árido se continúa hasta el infinito en el atardecer, sentimos estar solos en medio de la nada, y nos rodea el mundo entero.

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Paredón y «chimeneas» naturales de casi 200 metros… y más de 200 millones de años.

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«El Monje»

A pocos metros de la (muy cómoda) zona de acampe nos vigilan atentamente las réplicas a escala de los dinosaurios que se descubrieron en la zona. La fauna actual, un poco más esquiva, también se deja ver. Un pequeño zorro ya aprendió que la gente deja restos de comida a su paso, y se acerca cuando los visitantes abandonan el Parque a registrarlo todo.

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«La Torre» al atardecer.

Cae la noche y sabemos que en un desierto árido como éste, eso es show garantizado. Combatimos el viento y el bajón (anhelado) de la temperatura para disfrutar del cielo estrellado, que también es un viaje en el tiempo, de la luz…

Por la mañana encaramos el polvoriento sendero autoguiado para estudiar las huellas de los animales, insectos y aves que nos merodearon mientras dormíamos. Luego vamos por más: la Cooperativa de Guías de la región organiza actividades alternativas y hablamos con ellos. Los paseos en bicicleta o el senderismo son especialmente tentadores, y junto a otros visitantes y nuestro guía exploramos la Quebrada de Don Eduardo y su historia.

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La panorámica de la «Quebrada de Don Eduardo»

A otro ritmo, pisando, tocando y sintiendo el suelo arcilloso, las piedritas corredizas. Nos trepamos por formas sinuosas donde de repente la sombra refrescante es el “aire acondicionado natural”. Más allá el resplandor nuevamente y el sol cálido. Vamos conociendo probando y oliendo los pequeños frutos y hojas de las plantas autóctonas. Todo es experiencia sensorial intensa. De a ratos hablamos, de a ratos callamos. Las pisadas se escuchan tan claras como el aleteo de los jotes en la altura, y algún cóndor quizás…

Lo que hay que saber:

Actualmente la concesión del Parque está en manos de la empresa Rolling Travel y brindan además de una excelente atención, muy buena info en su web que pueden visitar desde aquí.

Cómo llegar? El Parque se encuentra a 220 km de la capital de La Rioja y 59 km de Villa Unión. La RN 76 se encuentra totalmente pavimentada para llegar en vehículo propio, o tomar un autobús desde las terminales de esas dos ciudades.

Horarios y Tarifas: el Parque puede visitarse de 8 a 17 horas en verano, y 8.30 a 16.30 en invierno, teniendo en cuenta que la última excursión comienza 30 minutos antes del cierre. El acceso es sin cargo para menores de 16 años, mayores de 65, jubilados y pensionados. Hay tarifas de entre 70 y 130 pesos según sean argentinos o extranjeros, y descuentos especiales a estudiantes y residentes de la provincia de La Rioja (valores actualizados a mayo de 2016). Cabe destacar que la entrada tiene vigencia de 2 días consecutivos para un mayor aprovechamiento de las actividades.

Alojamiento: ¿Se puede acampar en Talampaya? Sí! en la entrada del Parque (hay quinchos, estacionamiento cubierto, modernos baños y duchas con agua caliente) por 35 pesos diarios. Para hospedarse en habitaciones de hotel o cabañas deberán optar por Pagancillo (a 23 km sobre la RN 76) o Villa Unión (Mi recomendación muy especial es disfrutar de las Cabañas Cántaros del Río, en el barrio San José de Villa Unión. Pueden comunicarse con Ricardo para info y reservas al teléfono: 011- 1568860792 o por mail: loscantarosvu@gmail.com).

Actividades: la empresa Rolling Travel maneja los recorridos por el Cañón con una variada oferta en tipos de recorridos, totalmente adaptados para cualquier edad y condición de movilidad. La Cooperativa – Asociación Civil de Guías del PN Talampaya ofrece los recorridos alternativos de senderismo y en bicicleta por la Quebrada de Don Eduardo, e incluso un paseo nocturno en noches de luna llena. Cuentan con una oficina dentro del Parque, y pueden encontrar toda la info aquí. En la entrada hay dos breves senderos autoguiados, hacia la derecha del camping para conocer la flora autóctona y quizás algunos ejemplares de fauna o insectos; a la izquierda del camino principal el «Sendero del Triásico» con replicas a escala de los dinosaurios descubiertos en la zona. Ambos de acceso gratuito.

Recomendaciones: usar ropa cómoda y calzado adecuado para caminatas en arena; abrigo y protección solar, la temperatura en las noches de invierno puede descender a -10º y ascender en verano a más de 40º al mediodía. Las precipitaciones son infrecuentes pero caudalosas, por lo que en verano puede haber cancelaciones de algunas actividades según la condición del suelo. Llevar agua y bolsas para sus residuos.

Soy riojana así que pueden acusarme de parcial, es un enorme orgullo contar con este hermoso y magnífico patrimonio natural (e histórico) en mi tierra querida, y les aseguro que no se van a arrepentir de visitar La Rioja y hacer un viajecito hasta este rincón del mapa argentino. Le agradezco a la Secretaría de Turismo de mi Provincia por haber facilitado nuestra experiencia allí.

Sobre El Autor

Soy Vito. De raíz riojana y treinta y pico de años. Viví también en Córdoba, Mar del Plata, Buenos Aires. Viajé por Nueva Zelanda, Cuba, Italia, Bolivia y otra veintena de países más. Pediatra de vocación y formación, y en los ratos que me hago entre el trabajo “serio” trato de aprender algo nuevo (tejer, cocinar, fotografiar, hablar otros idiomas, lo que sea). Amante del yoga (a.k.a. “profesora”), curiosa ayurvédica. Estudio y trabajo con la salud y la enfermedad, pero a mí lo único que me curó fue viajar. Una vez sentí que era hora de poner los pies en la tierra… y lo tomé demasiado literal, quizás.

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2 Respuestas

  1. Gonzalo

    Amé el Talampaya, y me re sorprendió! Cuando viajamos a La Rioja lo hicimos solo porque había una promoción en el pasaje y pensamos «¿y por qué no ir a La Rioja?». La provincia nos terminó encantando pero el Talampaya se llevó todos los aplausos. Realmente es un viaje en el tiempo.
    Saludos!

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