Querid@ lector/a,
si tienes entre 15 y 150 años y habitas el Planeta Tierra es tu obligación al menos una vez en la vida visitar el Lago Titicaca. Me tomo el atrevimiento de afirmarlo de esta manera porque ya es la tercera vez que lo veo… ya me había parecido lo más lindo del mundo en agosto del 2010 cuando lo vi por primera vez, y ahora, después de dos años de viajar por el mundo viendo lugares maravillosos, lo visito dos meses en menos de un mes y lo sostengo.
En lo posible te diría que lo conozcas del lado boliviano. Como sabrás (o no, no hay drama, yo te cuento) es compartido por Bolivia y Perú aunque este último sólo tiene un 30%. Parte de eso es Puno, una ciudad creciente y poco atractiva que ofrece como gran manzana seductora navegar hasta la Isla de los Uros, una isla flotante artificial donde te recibirán personas de la comunidad para mostrarte lo más auténtico de su cultura y artesanías (de una manera muy poco auténtica a mi gusto). En este recorrido decidí saltearme esto, ayudada por las inmensas ganas que teníamos de cambiar de país. Entonces fue que llegamos a Copacabana, hogar de la virgen patrona del país de Evo.
Te va a gustar Copacabana, es un pueblo chico y acojedor, muy turístico tal vez, pero amable. Si caminás por su calle principal para abajo vas a llegar al muelle del Lago navegable más alto del mundo. Sí, te va a costar respirar si te dejás llevar por el impulso, tomátelo con calma y caminá despacio, lo vas a disfrutar más y le vas a esquivar al soroche. Para pasarlo mejor podés subir por esa misma calle hasta el mercado, meterte en la Cafetería 2 de febrero y pedirle a una de las tías un matecito de coca, amargo, caliente y reconfortante, que podés acompañar con un pan… o mejor, unos cuantos buñuelos 🙂 .
Un poquito más arriba vas a encontrar la plaza principal con el inmenso predio de la iglesia de la «mamita de Copacabana», lo que te va a dar una idea de la magnitud de su fiesta de principios de febrero. Ves todos los autos, combis y camiones que hay en la puerta, llenos de flores? Llegan hasta aquí desde todo el país para recibir la bendición de la virgencita milagrosa. Y si querés ver más muestras de devoción y fidelidad, date la vuelta y subí hasta allá arriba: el Calvario.
Con ese nombre casi ni debería contarte lo que te va a costar subirlo! A 3900 msnm cada paso recorriendo las 14 estaciones del vía crucis es un verdadero suplicio. Pero vale la pena, no sólo por la vista inigualable que vas a tener, sino porque te vas a encontrar con sacerdotes y creyentes que hacen sus rituales para obtener la gracia de la «mamita». Si querés asegurarte tu fortuna para todo el año tenés que traer algo que represente tu pedido, lo podés comprar en el camino, maquetas de casas, dptos, negocios varios, pequeños autos y, nuestras favoritas, valijitas, también hay reproducciones de billetes varios. Para la ceremonia tenés que comprarle a las cholas el incienso que va a quemar el sacerdote y cerveza… sí, el alcohol es parte fundamental del ritual. Baña los elementos puestos en el altar, las manos de los fieles y por último se toma un trago y se ofrece el resto a la Pachamama. Unos cuantos cuetes para ponerle el broche de oro y listo, «satisfacción garantizada». Estos rituales se pueden observar en cualquier momento del año, pero el día oficial de esta fiesta es el 24 de enero (podés leer más sobre esta tradición en este link).
Una vez que hayas paseado por estos y otros tantos rincones, comido ricas truchas en el mercado y disfrutado del especial ambiente de la noche, preparate para lo mejor. Tomar un barco que te lleve hasta la Isla del Sol. Si andás medio justo de tiempo podés comprar un boleto ida y vuelta, zarpar tempranito en la mañana y recorrer la isla por un sendero inca que la atraviesa toda para visitar las ruinas y playas solitarias.
En el mejor de los casos podrías quizás tomarte un par de días y quedarte a dormir en alguno de los alojamientos básicos que ofrecen los pobladores de la isla, así no sólo vas a poder visitar esos lugares históricos sino también conocer a su gente hermosa, disfrutar los increíbles atardeceres del Lago, la fría y tranquila noche…
Sí, no te voy a mentir, hace mucho mucho frío. Durante el día cuando pega el sol, pega bien duro, llevate un protector solar alto y no te olvides de usarlo en todo momento así no quedas como esos camarones de ciudad desprevenidos que después andan buscando con qué cubrirse. Si pasa una nube o cae la tarde la temperatura se desploma y por la noche hay unas heladas épicas. Es lo bueno y lo malo del Titicaca, el frío. Malo porque a veces sentís que no te deja disfrutarlo del todo… pero es bueno, porque hace que no te duela tanto dejarlo el maldito día que te tenés que ir, de lo contrario nadie saldría jamás del encanto de este lugar inolvidable.
Pero bueno, no te quiero llenar de mis impresiones, tenés que vivirlo… TENÉS QUE VIVIRLO, ok?
Andá y después me contás…
Un beso, Vito 😀
Datos útiles:
LLEGAR… desde La Paz, salen buses desde la zona del cementerio, a 20 pesos bolivianos, y 2 pesos más para cruzar el estrecho de Tiquina en ferry. Desde Puno, salen buses de su terminal temprano en la mañana y hasta el mediodía, a 15 soles (tener en cuenta que la frontera Perú / Bolivia cierra a las 6 de la tarde).
ALOJARSE… hay mcuhsísima oferta en Copacabana, de toda variedad en calidad y precio, desde 20 pesos bolivianospor persona. Si querés estar en el mejor lugar y regalarte una hermosa estadía te recomiendo el Hostal La Cúpula, desde 15 USd por persona. Uno de los mejores que conocimos en todo el viaje!
IR A LA ISLA DEL SOL… los barcos salen todos los días a las 8 y 10.30 de la mañana, son unas tres horas de viaje por el Lago. En la Isla hay muchos alojamientos, bastante básicos pero buenos y con agua caliente, desde 25 pesos bolivianos por persona. Para comer podés llevar algunos productos desde el mercado de Copacabana o visitar los restoranes locales con menúes desde 20 pesos. Para visitar las Ruinas de la Isla, hay varios senderos para recorrer, el más cercano a la parte Norte de la Isla, cobra 10 pesos por persona, y con esa misma entrada podés visitar el pequeño museo de la comunidad.
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