La llegada a Costa Rica se vino con todo:  inauguró la temporada de “viajar a dedo”! Esta modalidad venía dando vueltas en nuestras cabecitas locas. Comenzamos por estudiar las técnicas con el manual del Acróbata del Camino, nuestro prócer de mochilismo y autostopismo (y gran escritor, leedlo!).

Una vez finalizados los breves trámites migratorios y mientras seguíamos indignados por lo que nos había costado el transporte desde Almirante a la frontera (todavía en Panamá), cruzamos el puente que nos dejaba en Sixaola, primer pueblo tico. Recargamos energías con quizás las bananas más ricas del mundo, nos informamos sobre horarios y tarifas del bus (no, no nos teníamos mucha fe), dejamos a Lucas y Mauro en el terminal y nos fuimos a la ruta a buscar un lugar estratégico para esperar. Era mediodía, terrible hora para hacer dedo en una frontera, muchísimo calor y poquísimo tránsito. Pero bastaron sólo unos 20 minutos para que Eduardo y su mega camión se convirtieran en nuestro primer levante!

Desde el mión-ca...

Desde el mión-ca…

Estábamos felices, primera vez a dedo y en semejante bestia rutera. Genial, y para colmo nos podía dejar a 5 km de nuestro destino. Allí bajamos y luego de 10 pasos y 20 segundos Alberto, en su chata de repartidor de garrafas de gas, nos levantó para llevarnos hasta Puerto Viejo.

Mejor, imposible. Llegamos tan sólo 15 minutos más tarde que los chicos que se habían tomado el bus. La recompensa fue más que grata: el hostal Pagalú es de los mejores que hemos conocido. Las comodidades de un hotel y el precio y servicio de un hostal.

Con el paso de frontera ganamos una hora de nuestras vidas y pudimos aprovechar el resto del día yendo a la playa Coclé.

Quizás lo mejor es el camino. Se puede llegar en bicicleta por la ruta, pero caminar entre la playa y los bosques locos que se forman es mucho mejor. Unas cordobesas vendiendo fernet hicieron que la tarde fuera suprema. Nos tiramos en la arena y vimos uno de los atardeceres más lindos, aún cuando el sol se estaba poniendo a nuestras espaldas. Los montes hacían sombras que viajaban partiendo los colores del cielo hacia el infinito detrás del horizonte.

Qué decir...?

Qué decir…?

Costa Rica está regada de Parques Nacionales, el ecoturismo y la filosofía «Pura Vida» se cumplen al pie de la letra. Como ya leerán más adelante, todos los parques cobran lo mismo: 10 dólares! Pero un pajarito nos contó que había uno cuya entrada era a voluntad: el Parque Cahuita… La gente no sabe a lo que se expone cuando le ofrece a un argentino una entrada «a voluntad»! Pobres… fuimos con Mauro y Lucas y pasamos la tarde haciendo una breve caminata que no nos alcanzó para recorrerlo todo, un poco por el horario de cierre y un poco más por nuestra vagancia!

"Pura Vida", el lema nacional

«Pura Vida», el lema nacional

Caminos del Parque Cahuita, pequeña aventura en el bosque

Caminos del Parque Cahuita, pequeña aventura en el bosque

De todos modos el día no terminó ahí. Recordando el bello atardecer del día anterior nos hicimos todo el viaje de vuelta hacia el otro extremo del pueblo, hacia la playa Punta Uva. Entre charlas y risas se nos fue la luz del sol y por la noche regresamos un poquito caminando y otro poquitito a dedo, ya se hizo vicio! Una chica nos llevó en su auto hasta el centro de Puerto Viejo y nos ahorró unos 5 km de caminata.

Llegar a un nuevo país es siempre excitante. Nos llena de ilusiones y expectativas. Habíamos escuchado mucho de Costa Rica, sabíamos que sus precios nos obligarían a apurar el paso, pero con los pulgares en alto, a la vera de las rutas, nos entregamos un poco más al camino y grandes alegrías y sorpresas llegarían por ello…

Sobre El Autor

Soy Vito. De raíz riojana y treinta y pico de años. Viví también en Córdoba, Mar del Plata, Buenos Aires. Viajé por Nueva Zelanda, Cuba, Italia, Bolivia y otra veintena de países más. Pediatra de vocación y formación, y en los ratos que me hago entre el trabajo “serio” trato de aprender algo nuevo (tejer, cocinar, fotografiar, hablar otros idiomas, lo que sea). Amante del yoga (a.k.a. “profesora”), curiosa ayurvédica. Estudio y trabajo con la salud y la enfermedad, pero a mí lo único que me curó fue viajar. Una vez sentí que era hora de poner los pies en la tierra… y lo tomé demasiado literal, quizás.

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