Con mi resfrío a cuestas, un buen día, decidimos que ya habíamos pasado demasiado tiempo en la ciudad de Panamá. Acomodamos todo y nos fuimos, un poco arrebatados, hacia el terminal de Albrook y de allí a David. El viaje se puede hacer de noche, y es lo más recomendado, pero nosotros estábamos «apurados», vaya a saber por qué, y nos fuimos en el que pasea toda la tarde. Vimos fugazmente la noche de David, ya que en la misma terminal enganchamos un bus un poco más informal que nos llevaría a Boquete.  Luego de una hora de viaje y con varias paradas en los pueblos del camino, llegamos a la plaza principal. La noche estaba ventosa y fría. Rápidamente divisamos dos hostales, averiguamos y estaban llenos. Eran como las 11 de la noche y no teníamos muchas ganas de pagar por sólo algunas horas, así que suspendimos la búsqueda y nos fuimos a dar lástima al cuartel de bomberos. El encargado de turno nos dijo que aunque no estaba permitido, podíamos armar la carpa si evacuábamos las instalaciones antes de las 7 am. Trato hecho, y estrenamos nuestra flamante vivienda y la empezamos a amortizar :D.

A salvo!

A salvo!

Madrugamos para no defraudar nuestra palabra. Tan temprano lo único que podíamos hacer era buscar donde sentarnos con un buen desayuno. Hicimos algunas cuadras por la calle principal y encontramos «El Sabrosón», el lugar para el mochilero y el lugareño! Barato, rico y abundante. Estiramos el café con leche y torta entre charlas y cuando ya estábamos a punto de irnos sin rumbo, veo entrar por la puerta a Lucas y Mauro, dos de los argentinos con los que recibimos el año en el Casco Viejo de Panamá. Rápidamente nos convencieron de sumarnos a la travesía de subir al Volcán  Barú!

Compramos lo que necesitábamos en materia de abrigo en las ferias americanas del pueblo, comida y agua, y buscamos un bus que nos llevara al inicio del camino.

Lo primero que vimos fue un letrero que nos daba la bienvenida y anunciaba una entrada para extranjeros de 5 Balboas. La garita de control estaba vacía y cerrada, así que nosotros seguimos adelante… y arriba! 14 km siempre subiendo!

El mono no podía faltar

El mono no podía faltar

El paisaje que acompaña el ascenso es siempre hermoso. Campos y fincas en los primeros kilómetros. Más arriba ya quedamos a solas con la montaña. El camino está en muy mal estado. Rocas y piedras sueltas que sólo permiten el paso de vehículos 4×4. Y a las 6 horas de caminata extenuante, ya casi desmotivados, muy cansados y con frío por la altura que habíamos ganado, fue justamente una 4×4, la de Abraham, que vino como caído del cielo… Era el vehículo rescatista de la montaña, justo lo que necesitábamos!

Nos dijo que el bendito campamento que buscábamos, que está 2km antes de la cima, no era conveniente y nos llevó hasta la cima. Un reguero de antenas y torres de alta tensión habitan allí junto al refugio de la policía. Llegamos justo al mágico atardecer. Sobre las nubes, sobrenatural. No se alcanzaban a ver las costas, y el viento helado junto con la rápida caída de la noche nos obligó a apurar el armado de la carpa. Por decisión unánime armamos solamente la carpa de los chicos, que era más grande y cubierta, y allí nos metimos los cuatro para tratar de condensar algo de calor humano.

Atardecer mágico

Atardecer mágico

El sonido del viento en la cima es ensordecedor y constante. La temperatura se había caído del cero hacía rato. Lucas gestionó el uso de la cocina del refugio para al menos comer algo caliente. Dentro de la pequeña habitación nos abrimos paso entre una multitud que se desparramaba en bolsas de dormir en el suelo. Hicimos unas sopas y aprovechamos el rato al reparo y la calefacción.

Con la panza llena y calentita tomamos coraje y salimos una vez más a la intemperie. De nuevo estaba de cara a un cielo maravilloso regado de estrellas. Se veían las luces de Boquete, David y de hasta algunos lugares costarricenses. Hice una vez más el intento de retratar el cielo nocturno. La mejor forma de no sufrir tanto el frío era totalmente acostada en el piso, donde menos viento azotaba. Pero la luz de cada antena atentaba contra mi lucha, así que me entregué a algo más vanguardista…

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De haber estado a nivel del mar, me habría recuperado finalmente de mi resfrío. Pero pasar la noche a mas de 3 mil metros, bajo cero, en carpa y con poco abrigo fue la forma más eficaz de prolongar mis mocos.

Dormir esa noche fue imposible. Estaba muy congestionada y me costaba respirar el poco oxígeno de la cima del Barú. Tenía casi toda la ropa puesta y estaba casi cómoda, casi sin frío. Pero no podía dormir. El ruido del viento no colaboraba. Con el paso de las horas y el reposo del cuerpo fui sintiendo cada vez más frío. Los cuatro estábamos callados y quietos, pero a la mañana siguiente nos confesamos el insomnio.

Cuando empezó a aclarar sentí voces y charlas en inglés. Eramos los únicos acampando en la cima, junto a los chicos que estaban en el refugio. El resto de los turistas habían hecho otro sendero y pasaron la noche en la zona del cráter, que nunca conocimos. Salí de la carpa alentada por la presencia de vida humana y la quietud del viento. Tenía la cámara lista para inmortalizar ese momento único en mi vida en que iba a ver simultáneamente los océanos Pacífico y Atlántico… Pero no, estábamos completamente hundidos en una nube! No sólo no se veían las costas, era difícil ver a más de 5 metros…

De todos modos, con Mariano subimos unos cuantos metros más hasta una cruz, y eso fue todo…

Visibilidad cero, temperatura muy por debajo!

Visibilidad cero, temperatura muy por debajo!

Hacía demasiado frío y teníamos que ayudar a desarmar la carpa. Abraham nos había dicho que podíamos bajar con él en la mañana. Nos había dicho que bajaría a las 9 am, así que cuando escuchamos unos bocinazos a las 7.30 mientras desayunábamos unas barritas de cereales, no nos preocupamos mucho. Cuando salímos a desarmar la carpa, sí: Abraham y su camioneta 4×4 de Rescate se habían ido…

Tuvimos que comernos la bronca y frustración, preparar todo y empezar la bajada lo antes posible. Nos habíamos comido todo! Lo que nos había costado 6 horas en intentar subir, lo bajamos en 4. La terrible pendiente de subida constante del día anterior se transformó en  una horrible bajada que no tenía fin ni descanso.

La llegada al inicio del sendero sólo tuvo el alivio de dejar atrás el camino rocoso, ahora era asfalto, pero seguía siendo en bajada y nuestras piernas ya no daban más. Fueron 2km más hasta la parada del bus. Ahí esperamos más de media hora entre cafetales, riéndonos de la locura de las últimas 24 horas y pensando el gran almuerzo de premio que nos daríamos en El Sabrosón un rato después. Y ahí fue una nueva despedida con los chicos… temporal ;).

Tuvimos un descanso en el hermoso hostal que conseguimos y cuando cayó la noche cruzamos el puente para el evento de la noche: la inauguración de la Feria de las Flores y el Café. Como es el primer festival del año hasta teníamos prometida la visita del Presidente de la Nación! Nosotros llegamos algo tarde para codearnos con el primer mandatario, pero justo a tiempo para otra cosa. Estaba el Ministro de Desarrollo Interior (o algo así…) inaugurando los stands de las empresas y programas feriantes. Y luego de cada corte de cinta y emotivas palabras se largaba el catering y nosotros entrábamos  como parte de la comitiva por detrás del Ministro a degustar de todo! Comimos y bebimos a reventar y hasta tomamos un cafecito con masas para terminar el banquete.

El patio del hostal...

El patio del hostal…

La Fiesta de las Flores y el Café

La Fiesta de las Flores y el Café

Paseamos por el pueblo que nos pareció de lo más bonito y relajado. Fue una estadía corta pero intensa, dormimos en el cuartel de bomberos, en la cima del Barú a más de 3 mil metros y con temperaturas bajo cero y luego muy cómodos en una habitación privada escuchando el privilegiado susurro del río que pasaba por atrás… El tiempo nos empujó a irnos, sino todavía estaríamos ahi!

Sobre El Autor

Soy Vito. De raíz riojana y treinta y pico de años. Viví también en Córdoba, Mar del Plata, Buenos Aires. Viajé por Nueva Zelanda, Cuba, Italia, Bolivia y otra veintena de países más. Pediatra de vocación y formación, y en los ratos que me hago entre el trabajo “serio” trato de aprender algo nuevo (tejer, cocinar, fotografiar, hablar otros idiomas, lo que sea). Amante del yoga (a.k.a. “profesora”), curiosa ayurvédica. Estudio y trabajo con la salud y la enfermedad, pero a mí lo único que me curó fue viajar. Una vez sentí que era hora de poner los pies en la tierra… y lo tomé demasiado literal, quizás.

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