Luego de cenar, ya entrada la noche en el Desierto Negro, del otro lado de las Dunas de Erg Chebbi, la familia de Abdul nos ofreció dormir en una jaima, pero decidimos armar nuestra «cama» afuera.
No había una sola nube a la vista y la luna creciente se acostaba también temprano.
Esta vez no hay chistes tontos, ni música, ni españoles que nos hagan reír con sus ocurrencias. Ni siquiera otras personas por varios metros a la redonda. Solo dos alfombras nos separan de la tierra. Escucho el pulso de Mariano más claro que el mío. Con los ojos bien abiertos, no podemos dejar de mirar el infinito cielo que tenemos encima. Susurrando nos decimos más de una vez «Ésto es hermoso!». Hay dos gatos tirándose la bronca, las cabras parecen no ponerse de acuerdo por algo. El espacio, el silencio es tanto que sentimos cada movimiento de los animales aunque no estén cerca. Algunas estrellas se descuelgan, los satélites van como apurados y todos para el mismo lado, hay un avión muy muy alto.
Me doy cuenta que tengo en la cara la expresión de sorpresa, porque quiero que las cejas me ayuden a abrir los ojos un poco más. Me relajo, sé que mañana nos levantamos muy temprano y tenemos que hacer todo el camino de regreso al pueblo sin parar… «Descansaré otro día», pienso. Por momentos pienso que realmente quiero dormir, y no puedo. No puedo cerrar los ojos. Pienso en las veces que me dormí escuchando los colectivos de la Cabildo, o la calle Belgrano en Córdoba, o los gatos peleando en el techo de La Rioja, o con las ambulancias, los llantos de los nenes, los nebulizadores, los respiradores y monitores en el hospital, las risas de los camilleros en el sanatorio… Ahora no puedo (o no quiero?) dormir porque es la noche más silenciosa y naturalmente oscura de mi vida.
La luna está por caerse detrás de una duna y se empieza a atenuar, está amarilenta. Con Mariano ya nos contamos todas las historias de estrellas, eclipses y planetas que sabemos…
Hace algunos minutos estoy llorando, le tengo que asegurar (a él y a mí) que esta vez es de felicidad. Me cuesta darme cuenta y entiendo que esta felicidad es un proceso, no es este instante solamente sino lo que requirió para construirse. Lo miro, me besa, lo amo. Este es el mejor momento, ya no del viaje sino de mi vida.
Sé que dormí porque en un momento me desperté. El escenario cambió muy poco. Noche profunda, las estrellas son casi las mismas pero en otro lado. Miro hacia la meseta y todavía ni asoma el resplandor del amanecer. Finalmente llega el esperado frío de la noche en el desierto (que no es tanto), me abrigo un poco y le digo a Mariano que haga lo mismo. Nos duele un poco el cuerpo por la superficie dura del suelo. Creo que me vuelvo a dormir porque me sorprende escuchar a Said acercarse. Sigue siendo muy de noche.
Los dromedarios, Seba y Román, están tan dormidos como nosotros, pero Said encara con desición el camino de regreso. La brisa de la noche no dejó ni una de las huellas para seguir. Lo vemos como a un superhéroe con turbante! Para cuando amanece ya levamos más de una hora andando. Por suerte hay algunas nubes, y el sol nos sigue por la espalda con piedad.
La mayor parte del viaje es en silencio. Cada uno digiriendo los momentos vividos y respetando el entorno. El tiempo pasa más fácil jugando con las fotos. Nos resulta increíble, pero Said nos devuelve al poblado de Hassi Labied en el mismo punto por el que salimos, ni un metro más. El viaje, la vida, siguen como si nada, pero ya no soy la misma luego de esta experiencia inolvidable. En las dos noches anteriores vi miles de estrellas fugaces… a todas les pedí lo mismo…
«Hace algunos minutos estoy llorando, le tengo que asegurar (a él y a mí) que esta vez es de felicidad. Me cuesta darme cuenta y entiendo que esta felicidad es un proceso, no es este instante solamente sino lo que requirió para construirse. Lo miro, me besa, lo amo. Este es el mejor momento, ya no del viaje sino de mi vida. »
PELLE D’OCA! ( que en castellano es piel de gallina, pero en italiano suena mucho mejor!!!) Que bonito, os envidio muuucho esta experiencia! un abrazo guapetones!!
Es emocionante leer este tipo de historias, que aparte de emocionarte, y darte ganas de viajar y vivir esas experiencias, también te llega al corazón (aunque suene muy cursi) con su toque de romanticismo. Que maravillosa experiencia… 🙂