Cerca del mar… ahí está Barcelona. Y su Barceloneta. Hay otras playas, pero La Barceloneta tiene un encanto especial… nos recibió de brazos abiertos el primer día que llegamos a la tierra catalana y en ella nos instalamos con nuestras mochilas, la mejor forma que encontramos de hacer tiempo a que mi amiga Anita volviera de sus mini vacaciones.

Barceloneta

Música ocasional, algunos resaqueados en la mañana temprano, familias y tetas por igual, aquí el topless es moneda corriente. Vendedores con ojos en la nuca se pasean con una bolsa y por lo bajo te ofrecen cerveza, o beer, según el idioma que les parezca que entendés mejor… También algún jipi se las rebusca vendiendo mojitos, pulseras, pareos.
La vida de playa es universal, sin muchas sorpresas. Tal vez jugar a algo rompa con el fuertísimo impulso de simplemente tirarse y no hacer nada por horas. Escuchar música, leer un libro… se convierten en grandes acciones que por alguna extraña razón cansan. Entonces uno suspira pesadamente, como cuando se va ese paciente que te retuvo los últimos 40 minutos en una guardia de emergencias médicas con una uña encarnada (realmente me pasó), o si quieren un ejemplo más universal, como cuando se termina el noticiero que está antes de la novela! (En estos tiempos tendría que hablar de Cadena Nacional, no?). La mejor forma de refrescar la mente es un chapuzón. Finalmente iba a conocer el Mediterráneo por dentro. Sentirnos. Venía de mares acogedores, temperaturas tibias, aguas serenas. El loco Mediterráneo me arrancó un grito cuando tocó mis deditos, «CHUY!» decimos de donde yo vengo, y significa «qué frío, ‘ta madre!». Algunas olitas según en qué parte de la playa estemos. Es de pendiente pronunciada, así que sumado a la sorpresa del frío, uno cae de repente medio metro y el problema de cómo meterse se soluciona por obra de la naturaleza. Igual respiré hondo y me la banqué… me gusta mucho el agua, el mar…
Para picar algo, el bolsillo eligió ir a alguna de las varias alimentaciones de la zona, abastecernos lo suficiente para unos bocadillos en la arena y cerveza bien fría.
Pero lo más lindo del Mediterráneo lo vivimos en Cadaqués, un pueblo blanco, dalilesco y bastante careta del norte de la Costa Brava. Desde Barcelona se puede ir en bus directo o hacer un viajecito combinado, un tramo en tren hasta Figueres (y de paso se dan una vuelta voladora de peluca por el Museo de Dalí) y de allí sí un bus a Cadaqués. Esta última es fuertemente recomendada, pero sepan que van a tener que estar muy aceitados con los tiempos porque de Cadaqués el último bondi de regreso a Barcelona sale a las 19.30, si se cuelgan mucho en Figueres, llegan corriendo a lo demás.

El Museo de Dalí

Los últimos km a Cadaqués son sinuosos y altos por lo que les sugiero no comer muy pesado (vale para la vuelta también) o automedicarse si son sensibles a la cinetosis (esos mareos horribles cuando viajas). El destino bien vale todas estas penurias y gastos, costa rocosa, barquitos, y el mar más azul que estos ojos jamás  hayan visto.
Hay que contener la fiaca playera, primero porque la «playa» no es de arena sino de rocas, así que no es muy cómodo para estar tirado por horas, y más importante aún, porque el pueblo es bellísimo! Escaleritas, pasadizos, calles muy angostas, paredes blancas, ventanas azules, gatos varios, plantas de colores vivos. Los ojos se pelean por donde mirar primero. Cada rincón parece una postal.
Para los golosos hay dos cosas que van a disfrutar como chicos en un arenero: rabas, las mejores del mundo! Y para acompañar el paseo busquen el kiosko que vende mojito frozen, mmm, ya quiero volver sólo por eso!

Las mejores rabas del mundo

Y de hecho volvimos en nuestra segunda vuelta por Barcelona. De nuevo los colores, de nuevo las miles de fotos, de nuevo las rabas y el mojito ;). Para el agua esta vez elegimos ir más allá del centro, y tomar un levemente riesgoso caminito hacia el mar, un poco entre piedras, un poco con el agua hasta las rodillas y las mochilas en lo alto, llegamos a nuestra cueva privada, picnic y a tomar sol cual iguana. Hasta teníamos nuestros pulpitos guardianes debajo de las rocas… aunque más de una vez desconocieron a sus amos!

Llegando a la cueva

Esa mancha roja es uno de nuestros pulpitos…

Mientras caminábamos en estas callecitas delirábamos con el día que viviéramos ahi, nuestro velerito, hacernos amigos del señor de las rabas (fundamental!). Por ahora es sólo un sueño, uno más. Nos tocaba volver a Barna y el hogar transitorio que instalamos en lo de Anita… pero qué lindo Cadaqués y el azul profundo del Mediterráneo, ahora sí yo también «llevo tu luz y tu olor por donde quiera que vaya».

Un pueblito pintado!

Datos Útiles
Barceloneta: linea de metro amarilla, estación Barceloneta. Hay muchos mini super (o alimentaciones) donde comprar los elementos necesarios para un rico pic nic playero económico ;), y lo más importante con cerveza bien fría!
Cadaqués: desde Barcelona Sants hay tren a Figueres por 14€. Desde Barcelona Nord, bus directo a Cadaqués por 24€. Para el regreso, el último servicio es las 19.45, hacia Barcelona Nord. Te perdés el atardecer… 🙁 pero quedarse a pernoctar es caripela…
Figueres: Museo de Salvador Dalí, estudiantes 9€, adulto 12€. Bus a Cadaqués 5.20€.

Sobre El Autor

Soy Vito. De raíz riojana y treinta y pico de años. Viví también en Córdoba, Mar del Plata, Buenos Aires. Viajé por Nueva Zelanda, Cuba, Italia, Bolivia y otra veintena de países más. Pediatra de vocación y formación, y en los ratos que me hago entre el trabajo “serio” trato de aprender algo nuevo (tejer, cocinar, fotografiar, hablar otros idiomas, lo que sea). Amante del yoga (a.k.a. “profesora”), curiosa ayurvédica. Estudio y trabajo con la salud y la enfermedad, pero a mí lo único que me curó fue viajar. Una vez sentí que era hora de poner los pies en la tierra… y lo tomé demasiado literal, quizás.

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