Todo comenzó, algún tiempo atrás… cuando era más chica (tampoco tanto che), una publicidad de famosa bebida de compañía multinacional, tenía como protagonista una chica que andaba en una motoneta por una ciudad que se veía muy naranja (guiño-guiño). Esa fue mi primera noción de Praga. La República Checa, y antes la Checoslovaquia, siempre eran sinónimos de estar viendo gimnastas en los Juegos Olímpicos. No sabía dónde quedaba, ni por qué se separaban cada vez más.
En los últimos meses antes de llegar a Europa, los que habían venido por el Viejo Continente, me repetían: «No dejes de ir a Praga», «TENÉS que ir a Praga», «a Praga vas a ir, NO???». Y sí, ya desde aquella publicidad era un destino soñado.
Ahora mirando hacia atrás, Praga quedó entre la porteñitud de Roma, la pulcritud de Viena y el primermundismo británico, así, como un oasis de algo distinto a todo. No fuimos más al Este donde seguramente estaría más en contexto. Caminamos por calles con nombres de letras raras (letras raras, no dibujitos como en Asia). La fisonomía de la gente es claramente diferente. Todo bajo, medievalesco aunque sea moderno, oscuro aunque sea de día, sospechoso aunque esté a la vista. Todo el tiempo parece que vas a ver al espía detrás del poste de luz, o que el hombre sentado en el auto se va a levantar la solapa cuando se dé cuenta que lo estás mirando. Me gusta mucho hacerme la película con los lugares, se nota, no??
Amables, distendidos, parecen disfrutar de la libertad que se ve. Pero hay otra calidad de vida, y otra economía. Esta cosa rara de estar en Europa, pero no en zona euro, entonces a calcular de otra manera, a manejar otros papelitos, y sobre todo disfrutar del precio de la cerveza y la comida. Pero como bien sabemos nosotros en el cielo de la economía del subdesarrollo, siempre vuela una cometa…
En Roma y Viena nos colamos en el subte (sí, he pecado!). Viena fue el colmo. Ni siquiera hay molinete. Pero nos dimos cuenta que ni se les cruza por la cabeza no comprar el boleto, aunque no haya que mostrárselo a nadie, así de civilizada puede ser la gente! Y cuando, ni bien llegados a Praga, tomamos el metro para ir al centro desde la estación y no vimos molinete nuevamente dijimos «seguimos adelante»! Error! Las mochilas y caras extranjeras delatoras que llevábamos nos hicieron presa del cho-chan del metro (el inspector) que siempre agresivo, se nos vino encima y no nos soltó hasta salirse con la suya. Había cientos de personas entrando y saliendo, pero vino directo a nosotros. «Ticket plis!», y ahí empecé mi acto de soyturistamuyboludaynosédondeestoy, pero cometí el error de hacerlo en un correcto inglés, y cual pez morí por mi boca.
Primero nos preguntó en qué idioma hablábamos, y nos mostró una parte de un folleto donde tenía la advertencia, traducida al español, de que viajar sin boleto implicaba una multa equivalente a unos 30 euros. Yo seguía intentando zafar con el «sólo queremos saber como ir a X lugar», pero no hubo caso. El tipo se identificó como agente controlador y nos dijo que no nos íbamos de su presencia sin pagar la multa o llamaba a la policía. Nos pidió los pasaportes, que como giles le dimos, y nos dijo que vayamos a la entrada donde claramente hay un cartel, a dos metros para arriba, que dice algo así como «no te olvides de poner el boleto acá», un atrapa-sonsos digno de reconocimiento! Mi mamá y Mariano intentaban safarla con «no entendemos inglés» a lo que el tipo astutamente respondió «acá la señorita me está hablando en perfecto inglés»... yo intenté redimirme con «en Buenos Aires hay molinet!». No hubo caso. Su red era impermeable. Un artista en lo suyo, conocedor de cuanto vericueto exista. Como favor nos ofreció la oferta del día: dos multas en lugar en tres, precio de la casa, pero por supuesto sin comprobante alguno. Tuvimos que guardar nuestro orgullo allí donde el sol no brilla, y reconocer la derrota en un duelo de dos potencias de la coima: República Checha 1 (1500 coronas!) – Argentina 0. Era realmente casi todo lo que teníamos encima, y con lo que podríamos haber pasado los cuatro días que nos quedamos en la ciudad. Pero aprendimos una valiosísima lección y nos vimos la cara con el espíritu soviético: acá no se jode!
El orgullo malherido hizo que camináramos durante el resto de nuestra estadía, y sólo volvimos al transporte público para regresar a la estación e irnos del país. Dos datos anecdóticos más: a la salida de aquel primer tren cuando todavía ibamos mascando broncas, en medio de otro centenar de personas, vimos abrirse paso casi desesperadamente al cho-chan de la estación de destino intentando hacernos la misma jugarreta! Claramente están hambrientos! Y a la hora de irnos, un domingo a la siesta, no había ni centenar de personas ni inspectores controlando, claro, estaban pasando el finde en familia con el dinero ganado en la semana!
Quizás fue un poco por esto que nos sentimos como en casa en esta cultura que terminó encantándonos!
Así como HAY que ir a Praga, una vez allí HAY que ver su Castillo desde todos los puntos que se pueda, a la mañana, al atardecer, de noche. Me habían inflado mucho la cabeza con el romanticismo del Castillo y tal vez por semejante expectativa no me pareció tal cosa. El complejo del Castillo está del otro lado del río Moldava, subiendo por el barrio de Malá Strana. Se puede pasear por el complejo gratuitamente y, para entrar a algunos sitios, pagar algunas coronas. Lo que más quería ver allí dentro era la particular Iglesia de San Vitus. Me daba mucha gracia su nombre, por el mío claro, y me intrigaba ver un poco más porque no había encontrado muchas imágenes. La razón para esto último es que es enorme y su perímetro muy chico por lo que casi no entra en las fotos!
Dije que había vida del otro lado del río, y éste se cruza por un puente (o varios), el Puente de Carlos. Dicho así parece que uno habla de un tío (el tío Carlos, que les mando un beso grande… a los tres que tengo, para que ninguno se ponga celoso) pero su nombre es por el Rey Carlos IV en el año 1357. Él mismo, en forma de estatua nos recibe antes de cruzar la muchedumbre que allí se congrega. Sobre él (el puente, no el tío Carlos) aparte de mucha gente, siempre se puede encontrar artístas, artesanos, muchas estatuas y una placa del Rey que aparentemente tiene poderes mágicos, porque todos iban ahí a pedir un deseo (yo no pude ser menos).
Una mano soñadora sobre el Rey Carlos
Hacia la izquierda del puente, ya del lado del Malá Strana, se llega por unas callecitas estrechas y en subida, al Muro de John Lennon. O lo que le hicieron al mural que alguna vez estuvo ahi. Hoy es un montón de manchones coloridos, collage de frase de canciones, y grafittis varios. Muchas generaciones nos encontramos en el lugar para sacarnos las fotos deseadas… hoy se los cuento así, pero en la real cronología de nuestro viaje fue el primer paso en nuestro Tour Beatlemaníaco y abría el juego que tanto nos divirtió alrededor de Los Cuatro de Liverpool.
De este lado del río hay otro loco lindo para visitar: Franz Kafka, loco-loco y de mis escritores favoritos. El museo nos recibe con una picaresca fuente y nos adentra en la mente laberintica de este praguense que iba de la oficina a su casa y de su casa a la oficina, y de paso tenía destellos como El Proceso o La Metamorfosis… éste último es de mis libros preferidos, estaba ansiosa por ver qué había en torno a su escritura, pero en el museo ni se lo menciona. Otra cosa rara de Praga… la gente del museo no supo responder a nuestro casi indignado Por Qué!?
A Kafka también se lo puede encontrar en el corazón del barrio judío, donde hay una original estatua en su honor. Una visita obligada en la ciudad es este distrito que mezcla la historia oscura que sufrió con la lujosa actualidad de sus tiendas de primera marca y autos de alta gamma. Pero fuimos ahí para visitar el Museo Judío de Praga, que está formado por cinco sinagogas y el Viejo Cementerio. Se adquiere una entrada global para todo. La Sinagoga Pinkas tiene una sala museo con una obra recordatoria a todos y cada uno de los habitantes del país llevados a los campos de concentración, están TODOS los nombres y apellidos con la fecha de desaparición y muerte. El piso superior está dedicado a la exposición Dibujos de los Niños de Terezín, la obra de una maestra llamada Friedl Dicker, detenida en ese campo de concentración, quien tomó a su cargo la educación de los niños. Pese al estricto programa que debía seguir, se las ingenió para instruirlos en el dibujo y que a traves de él los chicos pudieran canalizar sus vivencias. La mayoría de los niños y la propia maestra encontraron un trágico final, pero los dibujos que ella había ocultado fueron rescatados y son expuestos en esta sala.
En Praga hay que pasear por sus calles, encontrar personajes o soledad. La Plaza de la Ciudad Vieja (Staroměstské Náměstí) es atrapante. Distinta a las plazas principales de las capitales conocidas hasta ahora. Llana, sin una fuente ni un superhéroe a caballo. Ni siquiera en el centro, como hacia un costado, está en un ligero sobreelevado un grupo escultórico que me pareció de las cosas más bellas que vi en Europa. Es el Monumento a Jan Hus, el precursor de la Reforma Protestante. Lo rodean figuras que representan a los soldados husitas y al pueblo checo obligado a abandonar el país luego del triunfo católico de la Batalla de la Montaña Blanca. El personaje central, don Hus, está como mirando a la Iglesia de Nuestra Señora de Tyn.
Esta iglesia, para no desentonar, también es llamativa y muy rara. Resaltan sus torres góticas que hicieron que la niña que llevo dentro suspire pensando en el Castillo de la Bella Durmiente. La conocimos de noche, impactando con la mortecina luz de una luna llena entre nubes, y en el contexto de esa Plaza tan misteriosa. De día quisimos visitarla, admirar su fachada… y no. Le dimos todas las vueltas posibles, pero la fachada no aparecía. A la Iglesia se entra por en medio de unas galería y restoranes… llegando a una puerta de madera muy sobria y cerrada, abre sólo algunas horas por día.
En otra esquina de esta Plaza está el Ayuntamiento con la Torre del Reloj Astronómico. Es como un astrolabio geocéntrico, hay representaciones del horizonte desde el cielo y la tierra, con sus respectivos aurora y crepúsculo, hay tres círculos para tres formas de medir el tiempo: la de la Antigua Bohemia, la de Europa Central, y el Tiempo Babilónico, en números árabes, que se rige según la cantidad de luz solar y por ello cambia según las estaciones. Sobre todo esto giran dos manecillas, en una el sol, en otra la luna. A los lados las figuras de las debilidades de la sociedad medieval, la avaricia, la vanidad, la muerte y la lujuria. No les parece suficiente? Bien, porque debajo también hay un disco calendario con dibujos sobre el trabajo rural y los símbolos del zodíaco. Con todo esto podemos saber la hora (si la pueden encontrar!), la fecha, la festividad, la temporada y el signo que rige los cielos… La multitud se congrega cuando el reloj da la hora porque salen los Doce Apóstoles a desfilar. Sé que quedó clarísimo, pero de todas formas los ilustro con una imagen.
En la Segunda Guerra los nazis bombardearon, entre otras, esta plaza, y un ala del Ayuntamiento desapareció, dejando a la vista también la fachada de la Iglesia de San Nicolás. Habiendo dos riojanas en este grupo de viaje, mi madre y yo, no podíamos dejar de visitar la Iglesia de San Ñico, y ésta no podída dejar de ser rara… La entrada principal es por un costado, no por el pasillo que va al altar.
La Plaza no sólo nos deleita la vista con todas estas cosas, también nos esperaba una feria gastronómica con puesto de platos típicos. Hay para todos, dulce o salado. Tredlink son unas facturas con forma de pulsera-brazalete, con las que podrían conquistar el mundo si se dieran cuenta que se pueden rellenar con dulce de leche. También hay mega panqueques, para rellenar a gusto. Pero el fuerte está en lo salado. Para picar unas papas fritas o cebollas rebozadas, y después ir a lo grande: salchichas, presentadas en estilo choripan mariposa, jamón de praga (una delicia) y papas con cabbage, que no es otra cosa que repollo, lo hacen como en una paellera o disco, tipo revuelto con jamón, parecen ñoquis y es riquísimo! Para pasar todo esto, por supuesto, cerveza! La venden tirada ahí en los mismos puestos, pero sepan que es mucho más barata en cualquier super o tienda de bebidas que abundan.
En fin, todos los que me obligaban a visitar Praga tenían mucha razón. Generosa en su economía y sus atractivos tal vez no convencionales, misteriosa, cautivante… Ojalá algún día pueda no sólo volver, sino recorrer mucho más del país que la contiene y la región europea a la que pertenece.
Muy buen relato!!!! SIn dudas hay q conocer Praga. Luego de esto deja la medicina y ponete una agencia de viajes! vendes de diez! jaja. Besos
y si les mando un frasco dulce de leche, que onda !!!
Que lindo relatooo!!! me encantó!!!
Me encantó!!! me hiciste acordar a muchas de mis impresiones cuando estuve en Praga. A mi también me pareció de las esculturas más lindas de Europa la de Jan Hus!
Muy lindo relato!
Te dejo mi pequeña historia en Praga, aunque es muchísimo menos detallada!
http://noparaguas.blogspot.com.ar/2014/08/la-noche-hay-que-atravesarla.html
Muchas gracias por compartir.
Saludos!
Buenisimo, me sirve porque el año que viene voy a praga asi que lo voy a imprimir y usar de guia. Exitos!
Buen viaje 😉 !
Maravilloso post y que bien lo cuentas! =)
Yo por vía de White Umbrella pude conocer toda la historia que envuelve a su castillo.
¿Te lo esperabas mejor? Es lo que suele pasar a veces si te pones muchas expectativas jeje.
Por ponerte un pero, tenías que haber visitado la fortaleza de Vysehrad.
muy bueno retalo .
sublime la descripcion !
una consulta la primera foto de que lugar especifico la sacaste ??
Hola Igna, muchas gracias por tu halago.
La primer foto es de algún lugar de camino al complejo del castillo, realmente no recuerdo el lugar puntual, pero sí que algunas calles eran muy empinadas y hasta escalinatas desde donde se tenía esa vista volada.
Abrazo y buenos caminos!