Finalmente empezarán los relatos europeos! Y arrancamos con algo bien divertido: el ataque de Beatlemanía que sufrí/disfruté en Inglaterra.

HELP! Tengo un ataque de Beatlemanía!

Justo cuando empezaba a deprimirme por sentir en la piel anticuerpos contra Londres, que a Mariano le gustaba tanto, fuimos hasta la estación St John Wood en busca de los Estudios Abbey Road. Una vecina que nos vió con cámara de fotos y mapa en mano nos preguntó si necesitabamos ayuda y de yapa nos dijo «Acá a la vuelta tienen la casa de Paul Mc Cartney», así como si nada. Fuimos derecho, por supuesto, a buscar esa puerta marrón y después de adorar por error durante unos segundos la casa de un vecino, vimos la casa del Sir. Miramos, saltamos, sacamos fotos y volvimos más tarde convencidos de que si le tocábamos el timbre salía con el diario bajo el brazo y nos íbamos a llevar la foto y mejor anécdota del viaje… Nadie respondió al timbre… ni a golpear las manos… pero era el mediodía, capaz había ido al super!

En la esquina de los Estudios encontramos la multitud que indicaba que habíamos llegado al crossing, como se conoce a la senda peatonal de la famosa tapa del disco Abbey Road. Y el momento no podía ser más justo: fue un 8 de agosto, 43 años después del día en que se hizo la sesión de fotos, y casi a la misma hora. Después de varios intentos y divirtiéndonos con todos los que hacían su versión de la foto, esquivando los autos que van y vienen como parte de rutina normal, algunos malhumorados otros que se divierten también, pasamos un muy buen momento, conocimos otros viajeros, y finalmente tuvimos lo que queríamos…

… cruzar Abbey Road al ritmo Beatle

 Con el ánimo ya en el modo Beatle, llegamos a Liverpool. Sin dudas uno de los lugares que más me gustó haber conocido en el mundo.

Creo que, como mínimo, hasta nuestra generación todos en algún momento vivimos dentro de una canción de The Beatles, un grupo de personas al que miles de millones no pudimos serles indiferente. Personalmente hubiera amado ser una de esas locas adolescentes en su época de furor, y enicma también estaba Elvis! Como hubiera gritado por Dios! Canciones favoritas, Beatle favorito, película, dibujos, íconos, mitos y leyendas, todo eso se mezcló en los hermosos días que pasamos en la Liverpool, la ciudad que ellos dieron a conocer al mundo.

Hay varios encantos aquí. El primero que notamos viniendo de Londres, en pleno furor de Juegos Olímpicos es la poca cantidad de turistas. Y el turista que te va a Liverpool es distinto. Uno no va a Liverpool como va a París o Roma, «porque todos van». No. Va porque tiene que ir. Entonces no se ven aglomeraciones de fotografos aficionados en una plaza o museo, a los turistas (la mayoría en sus cincuenta y pico) se los ve en grupos de no más de diez, caminando por una vereda en un barrio lejos del centro, porque por ahi está la casa donde hace cuarenta años vivía un nene que luego fue un mito, o místico, o un excéntrico, o un filántropo, todos artistas que alguna vez jugaban, paseaban, iban al colegio, se juntaban con sus instrumentos para tocar en una feria de barrio.

La ciudad beatle es chica, y está lejos del centro de Liverpool, en el barrio de Woolton. Lejos de ser un suburbio relegado, nos encontramos con una zona residencial de primer nivel, tal vez hace varias décadas no estaría el alto nivel de vida que hoy se podía apreciar, pero se preservó como un hermoso barrio de amplias calles y avenidas, dos parques de cientos de metros de arbolada, los conjuntos de casas todas iguales pero con algún detalle distintivo es el contexto de Mendips, la casa de John Lennon. Una más si se ve al pasar, pero con una placa que advierte que es hoy propiedad del National Trust, y que sólo se puede visitar a través de esa fundación. Un señor cortaba el pasto del jardín y había una bicicleta ruedas para arriba… pero ahí vivió John Lennon!!!

El Mono en la Mendips, la casa de Lennon

Muy cerquita de ahí, otro mito, el orfanato «Strawberry Fields» con una réplica de la entrada original, hecha por un herrero que se anuncia para hacerla en el tamaño que cualquier eventual cliente la quiera. Es como debe ser, pintada de rojo, con un misterioso parque del otro lado y miles de hojas secas en el piso. No hay rincón sin alguna inscripción de alguien que estuvo allí o que ama a algún integrante de la banda, o la cita de alguna canción. Enfrente una familia compró una casa y en su living montaron una tienda de souvenirs. Hay que pasar para llevarse algo lindo y firmar el mapa que oficia de «libro de visitas».

El paseo sigue por la iglesia St Peter´s donde todo comenzó… una tarde en la feria habitual el pequeño Lennon tocaba con su banda y conoció a George y Paul. Pavada de evento! Y si alguno hubiera tenido anginas esa tarde y no iba?? Al lado de la iglesia hay un parque que contiene un cementerio y la misteriosa lápida de Eleonor Rigby, aunque el propio Macca dice que eligió un nombre y apellido al azar para nombrar la canción. Cuenta la leyenda que un día un hombre cerca de un hospicio encontró muchos papeles tirados con formularios, tipo de historia clínica, y entre los nombres encontró el de Eleonor, buscó en el cementerio y encontró la lápida. En persona alguna vez le acercó a Sir Mc Cartney los papeles.

¿Y dónde vivía el niño Paul? Algunas cuadras más allá de John, cerca de la avenida Mather. Una casa en una cuadra que parece mucho más modesta, una pequeña puerta con el 20 encima, una ventana que según el guía turístico con el que coincidimos, era la habitación de él. Una plaza en la esquina donde quisimos imaginarlo andando en bici o correteando como los nenes que veíamos ahora.

La casa del niño Mc Cartney

No pudimos llegar hasta la casa de George, ni investigar sobre Ringo. Pero sí fuimos, y varias veces, a otra parada obligada: The Cavern. La calle Mathew street es el escenario de una linda vida nocturna y tiene entre sus atracciones los Cavern, los porque hay dos, uno club y uno pub. La primera noche de arrebatados vimos «Cavern», nos metimos, la pasamos fenomenal viendo una banda buenísima y riéndonos del after de un casamiento que se estaba dando ahí mismo. Y cuando nos íbamos vimos que salíamos del pub y justo enfrente está el club, y ése es el posta. Fuimos la noche siguiente, bajamos los dos pisos y vimos el famosísimo escenario donde tocaron más de un centenar de veces. Enganchamos algunos solistas que no estuvieron tan buenos, la entrada es gratis hasta las 20 hs los días de semana y las 14 hs los findes. El dato es que yendo primero al pub, que tiene entrada gratarola todo el día, compramos una cerveza y preguntamos por unas remeras queríamos comprar y la chica de la barra nos dió dos entradas gratis para el club donde se venden 😉 .

Mucho de ésta historia se conoce en el Museo Beatle´s Story, que está en el muelle, porque Liverpool tiene puerto, aunque no se huela. Es divertido, no hay muchos objetos, es más bien un recorrido por un salón ambientado con las distintas escenas que intenta hacer revivir. Uno pasa por los pasillos viendo cómo se conocieron, cómo dieron sus primeros pasos en Liverpool, cómo un productor ve el diamante en bruto y lo lleva a su máximo esplendor, y cómo se desata el desenlace que todos conocemos. Para terminar el recorrido hay un rincón para cada uno de los integrantes de la banda, donde resaltan sus rasgos particulares y algunos eventos de su vida después de The Beatles, y por último el rincón reservado para los niños, donde hay disfraces, juegos y dibujos.

Beatlemaníaca

Esto es lo lindo de hacer un viaje de submarino amarillo, al mundo Beatle, que parte de la rutina obligada es pasear por un barrio hiper tranquilo, jugar en la historia de una banda de jóvenes y tomarse unas birras en un bar escuchando música en vivo… La mejor vacuna anti estrés!

Sobre El Autor

Soy Vito. De raíz riojana y treinta y pico de años. Viví también en Córdoba, Mar del Plata, Buenos Aires. Viajé por Nueva Zelanda, Cuba, Italia, Bolivia y otra veintena de países más. Pediatra de vocación y formación, y en los ratos que me hago entre el trabajo “serio” trato de aprender algo nuevo (tejer, cocinar, fotografiar, hablar otros idiomas, lo que sea). Amante del yoga (a.k.a. “profesora”), curiosa ayurvédica. Estudio y trabajo con la salud y la enfermedad, pero a mí lo único que me curó fue viajar. Una vez sentí que era hora de poner los pies en la tierra… y lo tomé demasiado literal, quizás.

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