A esta altura ya tengo muy claro que no soy muy fan de las capitales. Así que tal vez no sea muy útil a la hora de los consejos, porque trato de estar lo menos posible, y también aprendí que para conocer realmente un lugar, hay que ESTAR.

Hecha la aclaración les cuento lo que hice.

Llegué después de un viaje demasiado largo desde Siem Reap, pero sin escapar de la viveza camboyana: el chofer paró disimuladamente en la entrada de la ciudad y no donde se suponía (el mercado central), y por supuesto los sedientos tuk tuk nos estaban esperando. El intento fue bueno, no le vamos a sacar mérito, «si pasa, pasa». Yo realmente pensé que era una más de las tantas paradas que hizo para subir o bajar a algún lugareño, pero varios de los «gringos» que venían viajando entraron como caballos y bajaron. Cuando vieron todos los tuk tuk y ningún mercado tal vez lo sospecharon, y sin mediar explicaciones ni discusiones todo el mundo volvió a sentarse en su lugar y el chofer tuvo que manejar los ultimo 20 minutos del recorrido oficial.

En la parada del mercado, claro, también esperaban muchos tuk tuk que nos aseguraban que estábamos muy lejos de los hospedajes económicos. Después de algunas miradas cómplices terminé formando un equipo de «seguridad» con un holandés y dos inglesas. Compartimos el gasto del tuk tuk que nos  llevó por las pocas cuadras que nos separaban del primer alojamiento, de un amigo de él. No recuerdo el nombre, estaba bien y baratito, y el staff muy buena onda, ante nuestra negativa nos dijo donde preguntar según nuestras «preferencias».

Al tiempo estábamos ya caminando por la calle 136, cerca del río, punto caliente de la zona roja, con varios hostels. Nuestra elección fue «11 Happy», mis colegas europeos necesitaban aire acondicionado, así que se acomodaron en habitaciones privadas (15 USD la doble) y yo más que cómoda en el dormitorio con ventilador y mucho espacio, y lo más importante, en el 1er piso. El hostel tiene un bar en la terraza que resultó ser bastante bullicioso y los pisos cercanos no descansan.

Esa frase de Calle 13 «como gringo sudando en el trópico» es tan cierta… Esta gente no tolera el calor, por eso los dormitorios que sólo tienen ventiladores están casi desiertos y son la gran solución a mi presupuesto.

Con ese grupo que se armó tan improvisadamente terminé compartiendo los siguientes tres días. Almuerzos, cenas, birritas en el bar y los «atractivos» de la ciudad, o casi: a los «Killing Fields» y el Museo del Genocidio la palabra «atractivo» le queda por lo menos raro.

Una tarde quisimos ir al Palacio Real, pero había alguna festividad nacional que nadie nos supo explicar, era feriado, y estaba cerrado. La alternativa fue ir al mercado central. Como una «saladita», nada de cosas típicas, o sí… todo, desde ropa, calzado a electrónica, todo trucho. Siempre de la mano del mejor tuk tuk driver del mundo, que fue nuestro chofer personal esos días y terminó luego llevando a los chicos al aeropuerto para sus respectivos vuelos.

Qué más podíamos hacer un feriado en Phnom Penh? Fuimos a un hotel que tiene pileta, vida bacana por al menos una hora hasta que se largó a llover… El hotel en cuestión está a la vuelta del Museo Nacional, que aún podíamos encontrar abierto, y allí fuimos. Pequeño, simple, con una hora alcanza para recorrerlo por lo que la entrada de 3 USD casi es un exceso.

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Para cenar esa noche elegimos el restoran «Friends» (mismo fin de Friends International con la movida de Child Safe que ya comentaré), excelente comida, un poco más cara de lo que veníamos pagando pero por una buena causa, por lo que vale la pena acercarse. También tienen una tienda de venta de artesanías y otros productos hechos por los chicos que ahora trabajan ahi.

El último día quedé sola, la única cosa «pendiente» era la visita al famoso Palacio Real. Fui a la 1 del mediodía y está cerrado entre las 11 y las 14… Hice tiempo paseando por el «malecon» agradeciendo a cada nube que pasaba por delante del sol aunque fuera unos minutos. Una vez dentro del palacio, esquivando contingentes de turistas orientales, me encotré con un predio inmenso, pero no se puede circular por todos lados. En algún lugar de por ahi está en teoría la Residencia Real… Enormes jardines con templos aún más grandes.

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La vedette es la Pagoda de Plata, mas bien gris, con impresionantes estatuas del Buda, incluso una de esmeralda que es justo la que no pude ver en Bangkok (la venganza es un plato que se come frío!).

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Aquí sí que el precio es excesivo, 6.25 USD… O es que tal vez ya tuve demasiados templos?

Para la cena de esa noche, en compañía de mi nuevo vecino de dormitorio venido direcatmente de Singapur, fuimos al mercado nocturno. Bueno, simpático, muy entusiasta (por todo esto, muy singapureño) y amante de la fotografía, y por fin pude caminar con alguien sacando fotos a cualquier cosa sin retrasar a nadie. Comimos en unas alfombras que se disponen en el piso, abundantes y ricos platos de varios locales y una bebida cada uno, y no gastamos ni 2 USD por cabeza. Fantástico! Obviamente lo que más me gusto de la ciudad.

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Por la madrugada huí silenciosamente hacia la terminal de buses…

Sobre El Autor

Soy Vito. De raíz riojana y treinta y pico de años. Viví también en Córdoba, Mar del Plata, Buenos Aires. Viajé por Nueva Zelanda, Cuba, Italia, Bolivia y otra veintena de países más. Pediatra de vocación y formación, y en los ratos que me hago entre el trabajo “serio” trato de aprender algo nuevo (tejer, cocinar, fotografiar, hablar otros idiomas, lo que sea). Amante del yoga (a.k.a. “profesora”), curiosa ayurvédica. Estudio y trabajo con la salud y la enfermedad, pero a mí lo único que me curó fue viajar. Una vez sentí que era hora de poner los pies en la tierra… y lo tomé demasiado literal, quizás.

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