Como de todas las capitales, de Phnom Penh huí. El bus a Kampot salía a las 9, por lo que me recogían del hostel media hora antes, y me tenía q despertar otra media hora antes, terrible. Llegué a la estación de bus, o mejor dicho a una parada de colectivos, en una ciudad por momentos desierta por momentos bastante movida. Era domingo y había elecciones. Mi desayuno un tímido té helado, sin poder acostumbrarme a comer un plato de «comida» tan temprano… Finalmente llegó la hora de salida del bus, lleno, a más de la capacidad, pero la inventiva camboyana no tiene límites. Cuando todos los asientos estuvieron ocupados y algunos pasajeros se agolpaban en el pasillo, «la empresa» puso a disposición de los usuarios unos bonitos, pequeños y coloridos banquitos de plástico para que viajen cómodamente sentados. Todo esto con el acalorado grito de una señora quién parecía estar indignada con algo pero no pude entender qué le molestaba tanto. A mi me molestaban sus gritos, por cierto.
Mientras dormía entre frenadas y bocinazos, alcancé a divisar un durian gigante en una rotonda y así fue como supe que había llegado a destino. Una de las particularidades de Kampot es que está lleno de rotonda con extraños y enormes monumentos.

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Monumento al durian

Unas holandesas bajaron conmigo, y juntas emprendimos la búsqueda de hospedaje que sólo duró algunos metros. Una vez más hice lo que sé que no debo: quedarme en el primer lugar que veo.
Kampot Guesthouse, no está para nada mal, y tuve una habitación privada con baño y tv, cosa que no sucedió nunca en el viaje. La tarde lluviosa colaboró a que estuviera como una niña desulmbrada por la caja boba. También aproveché para enterarme algunas particularidades camboyanas de la mano del encargado del hostel. Por ejemplo que aquí también las elecciones son obligatorias y universales para los mayores de 18 años. Si alguien falta al deber cívico luego tendrá más de una traba burocrática a la hora de algún trámite municipal, ni hablar de conseguir un préstamo, o inscribirse en la universidad.
Hay tres partidos políticos, y sólo uno, el oficial, con mucho peso y popularidad. Se compran votos. Se olvidan las promesas electorales, y demás cuestiones, también universales….
Luego de emitido el sufragio (se elige el voto en una cabinita de cortinas y se lo coloca en urnas enormes de metal), el ciudadano debe meter el dedo índice de la mano derecha en un pote de tinta que tardará varios días en quitarse de la piel. Es la manera de saber quién votó y evitar que vote nuevamente.
Mi «informante» me contó que no está de acuerdo con el partido oficial, considera que ellos «no quieren» a Camboya. Agresivos con la oposición al punto tas que uno de los candidatos opositores generalmente está fuera del país ya que el Primer Ministro solicita su arresto continuamente porque no le gustan las cosas que dice de él.
Un dato que es fundamental para entender lo que se ve la pobreza de cada rincón del país: el complejo de templos de Angkor Wat es administrado por una empresa privada, nunca estuvo en manos del gobierno nacional. Les recuerdo que los precios de las entradas son de 20, 40 y 60 dólares, y según lo que pude averiguar en estos primeros meses del año ya pasaron más de un millón de personas. El ingreso promedio de un camboyano es menor a los 10 USD por día… La empresa es camboyana y todos nos jugamos la cabeza a que el Sr Primer Ministro come una porción de esa torta todos los meses.

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La tia que me hizo el jugo, con el dedo pintado por el sufragio emitido

Finalizada la clase de educación cívica, me tiré en la cama a vivir un domingo cualquiera, viendo Roland Garros y alguna película.
Al día siguiente me mudé en frente, Magic Sponge, un hostel HOSTEL, dormitorio con sábanas de colores, barcito, sala de video. Los manejan padre e hijo de Alaska y tienen el mejor humor que vi en mi vida. También tiene bicicletas gratis 🙂
Las lluvias, intermitentes pero intensas continuaron toda la semana. Disfruté mucho de recorrer los rincones del pueblo y sus afueras en bici. Un día rompí el chanchito y me fui de excursión. El paseo al Parque Bokor estaba lleno, el plan B era una visita por los campos de sal y pimienta, el fuerte de la región. Las distancias no se pueden hacer en bicicleta, pero si se puede alquilar una moto e ir por su cuenta, es mucho mejor. Eso sí, hay que explorar. Nadie te dice fácil ni claramente cómo llegar a los lugares interesantes para que termines contratando algún servicio. En mi caso puedo decir que el guía era un excelente… Conductor, nos llevó a todos lados, pero no supo responder ni una de las preguntas que hicimos.
El recorrido nos llevó por unas cuevas donde unos niños de entre 8 y 12 años dan sus primeros pasos en la industria del turismo. Te charlan, incluso con algunas palabras en tu idioma, te llevan hasta lo más profundo de la cuevas, te muestran las formas locas que esconden algunas piedras, y cuando el paseo termina, con su mejor sonrisa te dicen «ahora sí me puede pagar». Ni la entrada ni esta «comisión» están incluidas, ni advertidas en el tour, son dos mangos, pero va sumando.

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Los mini guias, y esa piedra que supuestamente es un elefante…

El paseo te lleva por unos campos o granjas de sal y pimienta. Lejos de parecerce a un salar, en especial por tanta lluvia es solo un monton de «tierra». La temporada es durante la sequía así que ahora los galpones estaban cerrados y los trabajadores deocupados… u ocupados en alguna otra tarea. La plantación de pimienta tampoco está en temporada, pero alguna verdecita llegue a encotrar, y para ponerle algo de gusto me compré unos 100 gramos de pimienta negra de la última cosecha… aunque no tengo idea de cuando la probare! En estas paradas nuestras dudas tampoco pudieron ser evacuadas por nuestro «guía».

El paseo llega hasta Kep, una ciudad vecina y costera, y es la «capital nacional del cangrejo» (en Argentina tendría un festival de verano y todo). Muy linda. Las chicas que venían conmigo fueron mas astutas y trajeron su equipaje para quedarse alli. Llegamos a la hora del mediodía y nuestro conductor nos dejó en un restaurante que tenía unos precios pocos simpáticos, por lo que recorrimos una larga galería llena de locales similares hasta que encontramos lo que buscabamos, «el mercado de Cangrejos». No había muchos cangrejos, pero sí mucha comida y muy barata. Pescado, calamar y fideos con verduras, todo por menos de 2 USD, a la orilla del mar, excelente.

Bichos de mar en el mercado de Kep

El viaje de vuelta, sola en el tuk tuk, y a los saltos por los caminos camboyanos, con algo de lluvia para refrescar el día.
El resto de mi tiempo por Kampot fue casi monótono, explorando algun rincón del pueblo en bici segun lo que la lluvia permitiera, viendo peliculas bastante malas, y degustando platos locales.

Un paseo por el barrio después de la lluvia

Sin dudas es uno de los lugares de Camboya que más me gustó, en especial por el silencio y la tranquilidad. Es una parada para descansar de las bocinas y del «acoso» de los vendedores y tuk tuks que quieren llevarte hoy o mañana a donde sea.
Cuando sentí que había cumplido su ciclo, deje la ciudad y me encaminé hacia la playa.

Sobre El Autor

Soy Vito. De raíz riojana y treinta y pico de años. Viví también en Córdoba, Mar del Plata, Buenos Aires. Viajé por Nueva Zelanda, Cuba, Italia, Bolivia y otra veintena de países más. Pediatra de vocación y formación, y en los ratos que me hago entre el trabajo “serio” trato de aprender algo nuevo (tejer, cocinar, fotografiar, hablar otros idiomas, lo que sea). Amante del yoga (a.k.a. “profesora”), curiosa ayurvédica. Estudio y trabajo con la salud y la enfermedad, pero a mí lo único que me curó fue viajar. Una vez sentí que era hora de poner los pies en la tierra… y lo tomé demasiado literal, quizás.

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