* del khemer, «el sitio donde se entra pero no se sale» (fuente: mi madre)

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Imagen de los líderes del proyecto, sus imágenes al estar exhibidas sin «protección» fueron blanco de la expresión del público

Corrían los setenta y un joven camboyano egresaba de sus estudios en electricidad en Francia. Durante sus estudios se unió al Partido Comunista, bajo la adoración a Mao, y de su cabecita surgió un plan para su tierra. Ya en Camboya Pol Pot, tal su nombre, se reunió con profesores universitarios para sumar adeptos, así nacieron los khemeres rojos (rojos en símbolo del comunismo), y juntos pusieron en marcha el «Año Cero»

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Una de las fosas comunes encontradas

En el país, luego de la guerra con Vietnam muchos campesinos habían buscado en los cascos urbanos una oportunidad, y a ellos se los consideró «los nuevos», «los viejos», otros campesinos pero aún sumidos en la pobreza de los campos fueron los primeros reclutados para ejecutar el plan magistral. Se les inculcó la idea que tanto «los nuevos» como todos los habitantes de las ciudades eran egoístas y culpables de la miseria del 80% restante de la población. Sembrando lentamente el odio y la desconfianza en el pueblo, el régimen estableció claras reglas: obediencia y devoción total, y abolición de la familia como institución para ser reemplazada por la vida en comunas. Prohibidas quedaron la educación en todos sus niveles, las religiones, por lo que profesionales, bilingües, monjes, y todo aquel que «pareciera inteligente» entraba en la categoría de traidor al régimen y era detenido.
Choeung Ek fue antes de todo esto el sitio de un cementerio chino, hoy es conocido como «Killing Fields» (Campos de Matanza) porque en eso se convirtió y es donde comencé el recorrido de esta oscura parte de la historia camboyana, y no pude dejar de ver, escuchar y sentir los paralelismos con lo que nuestra historia guarda. Y digo escuchar porque se puede tener un «audio tour» en español por el lugar con el relato de ésta historia.
Este inmenso lugar se encuentra a dos km de una base militar, y en su momento se rodeó de un doble muro para ocultar y silenciar lo que guardaba. Los prisioneros eran obligados a firmar declaraciones y confesiones falsas a fuerza de tortura, diciéndose parte de una red de espías de la CIA o «delatando» a algún familiar. Luego, atados entre sí y con los ojos vendados eran transportados en camiones, con la excusa de trasladarlos a otra casa o prisión. Al principio eran 50 o 70, llegaban a Choeung Ek y eran ejecutados inmediatamente, con el tiempo fueron tantos que la noche no alcanzaba para la matanza y debían esperar al día siguiente para que su sufrimiento llegara a un final.
En las oficinas quedaron detallados registros de los prisioneros, sus firmas y retratos. Los varones y mujeres se disponían en grupos separados y sólo los menores de 6 años podían permanecer con sus madres. De a poco todos los ciudadanos fueron obligados a dejar las ciudades sin sus pertenecias para trabajar en condiciones de esclavitud en los campos, y así en estos años Camboya llegó a ser el principal productor de arroz, mientras los esclavos muchas veces morían de hambre en los campos, ya que sólo se les permitía una comida por día.
El régimen y su líder tenían rasgos de paranoia, por lo que no tenía apariciones públicas, y sólo se transmitían sus mensajes y cantos revolucionarios por parlantes dispuestos por toda la ciudad, a un volumen suficiente como para acallar los gritos de los torturados. Y cualquier persona incluso del núcleo del ejército como de sus familias que dijera la palabra equivocada era eliminada. «Mejor matar a un inocente por error que dejar un enemigo por error» era uno de los lemas que circulaban. Y muchos de los soldados identificados como traidores fueron decapitados bajo la consigna «cuerpo camboyano, cabeza vietnamita». Y fue este país vecino quién le puso fin al régimen con la invasión de 1979. Durante 3 años, 8 meses y 20 días se redujo en más de un 25% la población del país, unas tres millones de personas.

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El cerco que rodea a la fosa de mujeres

En Choeung Ek se encontraron 130 fosas comunes, con hasta 20 mil víctimas, una fosa con 450 personas, una fosa «exclusiva» de mujeres y niños junto al árbol del «exterminio de bebés» («para desterrar la yerba hay que quitar hasta las raíces»), y una fosa con cuerpos sin cabeza, entre otras. Curiosamente hay más de 40 tumbas sin explorar que se decidió dejar así, «para que descansen en paz», y fue una de las cosas que más me sorprendió en contrapunto a nuestras organizaciones que siguen buscando identificar hasta el último de los desaparecidos y sus hijos.

De los métodos de ejecución… Las balas eran demasiado caras, se usaban las herramientas del campo… Las mismas con las que los prisioneros debían trabajar, las mismas que cosechaban el arroz que el mundo comía.
Se cuenta que aún hoy después del monzón y las inundaciones, siguen emergiendo de la tierra restos óseos y de ropas… La memoria luchando por regresar?
Hoy en día todo esto es un silencioso paseo por un parque interrumpido por carteles y algunos sitios preservados, con plantas, pájaros, vida por todo alrededor. En el centro se alza una Estupa Conmemorativa que fue construida en 1988 y se eleva con 17 niveles donde se disponen los restos óseos en categorías científicas. Trabajos forenses realizados en 2001 identificaron entre los restos encontrados a 9 occidentales, periodistas.
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Al estar prohibida la educación, muchas escuelas se convirtieron en «centros operativos», tal el caso del S-21, antes un colegio primario y secundario, hoy Museo del Genocidio Tuol Sleng. Sus muros se rodearon con un cerco de hierro para ocultar su secreto: las aulas eran ahora conjuntos de celdas de 0.8 x 2 metros, las galerías de los pisos superiores cubiertas con alambres de púas para evitar que los prisioneros se suicidaran y varias salas con un sólo catre o máquina de tortura (creadas con los elementos de las clases de educación física) destinados a obtener las confesiones buscadas.
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El 7 de enero de 1979 el Frente Unido por la Salvación Nacional de Camboya encontró este sitio con 14 cuerpos imposibles de identificar por el estado de descomposición. Aún hoy descansan en el patio de la institución de manera simbólica para honrar a todas las almas que pasaron sus últimos días allí. De los registros hallados se estima que más de 10 mil pasaron por este lugar de detención y tortura, y la duración de su permanencia aquí iba de los 2 a 4 meses para «presos comunes» y hasta 7 meses para «presos políticos».
La preservación del lugar es escalofriante. Se exhiben fotografías y pinturas, un video con testimonios, y se pueden recorrer las celdas y salas de tortura.
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Las ventanas están a escasos metros de la calle. Las fotografías que les tomaban a los presos en primer plano. Todo me gritaba la impunidad y convicción que tenían para llevar a cabo este exterminio, sin importarles dejar evidencias, porque no deben haber pensado en no tener el éxito que buscaban. Demasiadas similitudes con lo que le tocó vivir a nuestra Nación, en los mismos días, con dos líderes teóricamente opuestos en sus convicciones. Y la demora en la justicia… A pesar de haber sido derrocado el régimen, los khemeres rojos siguieron teniendo representación en la ONU por los siguientes diez años, y Pol Pot siguió a su cabeza por otros 20. Recién en 1997 cayó bajo arresto domiciliario y murió menos de un año después, a los 82 años, rodeado de su esposa, hijos y nietos.

(No se me ocurre nada «literario» para cerrar esto…)

Sobre El Autor

Soy Vito. De raíz riojana y treinta y pico de años. Viví también en Córdoba, Mar del Plata, Buenos Aires. Viajé por Nueva Zelanda, Cuba, Italia, Bolivia y otra veintena de países más. Pediatra de vocación y formación, y en los ratos que me hago entre el trabajo “serio” trato de aprender algo nuevo (tejer, cocinar, fotografiar, hablar otros idiomas, lo que sea). Amante del yoga (a.k.a. “profesora”), curiosa ayurvédica. Estudio y trabajo con la salud y la enfermedad, pero a mí lo único que me curó fue viajar. Una vez sentí que era hora de poner los pies en la tierra… y lo tomé demasiado literal, quizás.

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