La ida de Tuk Tuk fue otra vez en ferry a Parapat. Al día siguiente nos esperaba un largo día de viajes varios y se nos ocurrió pedir a «la tía» que nos haga varias galletas de coco (otro manjar) para tener de reserva. Lo curioso fue la respuesta inesperada que recibimos: no llegaban a tiempo de hacernos las galletas antes del horario del ferry. Nuestra resolución, bueno, nos vamos en otro ferry! Así fue como nuestro destino ese día dependió de unas galletas de coco, sí… Finalmente llegaron a tiempo para el ferry que queríamos, así que llegamos con una bolsita tibia a Parapat.
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También llegamos con lluvia. Creo que eso es peor que llegar a un lugar de noche a buscar hospedaje. Ya teníamos arreglado el transporte del día siguiente a Medan para tomar el vuelo a Malasia, y la gente del transporte nos recomendó un hospedaje. Como casi siempre en estos casos nos pareció que era un «entongue» entre ambos negocios, así que decidimos primero ver otras opciones. La primera, del otro lado de la plaza del mercado frente al lago (ni remotamente parecido a una plaza) estaba «Charlie», un asco de lugar. Salimos más rápido de lo que entramos y a unas cuadras encontramos dos grandes caserones venidos a albergue. Uno estaba totalmente cerrado. El otro también, pero tenía más techo para cubrirnos de la lluvia, y ahí nos quedamos un rato. De repente escuchamos que la puerta se abría y apareció una anciana con ligeras cataratas en los ojos que no hablaba ni entendía una goma de inglés. Con señas le dijimos que necesitábamos una habitación por la noche. Por sus señas entendimos que podíamos pasar a ver las opciones. La casa muy grande y limpia, nos encantó. Las habitaciones eran en los pisos superiores por lo que ella no nos acompañó y para nuestra sorpresa todas las puertas estaban cerradas con llave. Bajamos y comenzó un show de señas y palabras en todos los idiomas para decir que necesitábamos llaves para ver las habitaciones. Nunca nos entendió, ni nosotras a ella, que nos respondía como si entendiera nuestro problema, pero no. Así que todas, abuela incluida, nos sentamos en la puerta a ver la lluvia, según nosotras a esperar a alguien más de la familia que nos ayudara. Ella le gritó a unas personas de enfrente, y al rato vino un hombre con quién nos pudimos comunicar lo suficientemente bien como para rechazar la oferta de 300 mil rupias por una habitación linda, pero en un precio inaccesible y algo injustificado. Nos regateo hasta la mitad pero seguía siendo el doble de nuestra pretencion así que después de tanto esperar nos fuimos. Con el rabo entre las patas tuvimos que volver a la oficina de transporte y aceptar que nos llevaran al hospedaje de quién resultó ser el dueño de ambos negocios y algunos más. Negociamos una habitación, nos despojamos de nuestros petates y fuimos a caminar bajo la lluvia que por momentos paraba. Nada muy destacable en Parapat, sólo un local que se llamaba «Paradiso» donde tenían una pantalla enorme, pasaban una película, y habían muchas sillas dispuestas en auditorio, lleno de gente! Otra cosa muy llamativa es que hay muchos muuchos locales comerciales… Pero no vimos ni un cliente.
Para terminar nuestra estadía como la vivimos, la comida… Al lado del hostel había un sucucho de comidas con el particular encanto que cocinaban ahí al lado de las mesas. Me delité un largo rato viendo como marido y mujer se turnaban en la preparación de los distintos platos (mientras nosotras nos tentabamos con cada uno). No se si esta señora tiene sobrinos, pero fue mi «tía» en Parapat!
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Desde alli debiamos llegar a Medan para tomar el vuelo a Malasia. Para ese tramo contratamos un «auto», tipo familiar que compartimos con una pareja alemana de unos cuarenta y largos. Obviamente el auto pertencia al «monopolio» de Beni, el dueno del hostel y de medio Parapat (segun él es la 15ta persona mas importante de la ciudad…).
El chofer, un delincuente, como todos. A toda velocidad por una ruta mucho mejor que la que recorrimos desde Berastagi, por suerte. Muy cargada. Camiones y por supuesto, muchas motos.
Curiosidades del manejar indonesio:
– loco y a toda velocidad;
– siempre sobrepasando o intentándolo (por ende, siempre la luz de giro encendida);
– en caso de sobrepasar, se hace por donde mejor le parezca, no necesariamente por la derecha (acá también se maneja «al revés»);
– manera de comunicación elegida, preferida y sobreexplotada: la bocina.

Mucha bocina. No hay espejo retrovisor que valga para dar ninguna maniobra por sentado, no, hay que tocar la bocina. ¿Un peatón? Un bocinazo ahí. Todos los vehículos, incluso las motos tienen una bocina tipo camión. Uno se hace a un lado pensando que casi muere aplastado por un acoplado, pero no, es sólo una moto… En las cuatro horas y media que duró el viaje de Parapat a Medan creo que no pasaron más de diez segundos sin que nuestro chofer amoroso tocara la bocina.
Sin oportunidad para el relax durante el viaje, ya que en cualquier momento causabamos o sufriamos una tragedia, llegar al aeropuerto me hizo feliz! Para mi vuelo era muy temprano, para el de las chicas era apenas el tiempo necesario.
Yo me fui a almorzar unos fideos salteados (creo que hace cinco días que como fideos y no me canso) y a esperar poder chequearme ejercitando la paciencia con el wi fi del aeropuerto, más efectivo que una clase de yoga.
Cuando finalmente llegó mi turno, sorpresa nro 1, la sonriente asiatica me dice que «el sistema» no tenía registrado el chequeo del equipaje y por el peso me correspondía pagar 180 mil rupias… Le pedí que por favor me confirmara lo que me estaba diciendo, porque estaba segura de haberlo registrado en la compra on line. Pero así como a seguro se lo llevaron preso, yo tuve que ir al cajero a sacar plata, porque lo que tenía no me alcanzaba.
La compra on line de Air Asia tiene estas cosas. Hay que estar más que atento. Pensé que había hecho todo bien, pero se ve que no. Aparte de registrar el equipaje con el peso correcto, hay que esquivar el intento del sistema de engancharte un seguro de viaje.
Después de volver a chequearme, pagando, voy hacia el ingreso a migraciones y otra sonriente asiatica me informa que antes tengo que pagar la tasa del aeropuerto. Puse cara de sorpresa nro 2 y fui hacia la caja a que me dijeran que tenía que pagar 75 mil rupias… Otra vez no me alcanzaba lo que había sacado, no quería hacer otra extracción, quería matar a alguien, así que respiré hondo y pagué en dólares.
Con toda la rabia, hice rápido migraciones (siempre es rápido salir de un país), y fui a ver cual era mi puerta. En el pase de abordaje no lo decía, pero me imaginé que la iba a encontrar rápido en la pantalla. No. Sorpresa nro 3, no hay pantallas, no hay carteles, no hay puertas. Hay puerta. Singular. Y me di cuenta porque a esa altura ya estaba re podrida, embolada, y sólo seguí a la multitud. Total, si terminaba yendo a otro destino, en este caso no importaba!
¿No es suficiente para calificar como un día poco feliz?
El trueno de las tres de la tarde también se sintió puntualmente en Medan y fue seguido de una tormenta y diluvio impresionante. Y como para intranquilizarme del todo, el capitán de la nave, luego de treinta minutos de demora, nos anunció que no había de qué preocuparse, pero había llamado a los ingenieros a qué evalúen un desperfecto técnico… ¿Se rompió el filangi?!
20 minutos después el correteo de despegue daban ganas de bajarse a empujar el avión… O sólo de bajarse!
Dije qué estaba lloviendo, por lo tanto el avión tenía que pasar por la tormenta… La montaña rusa que eso generó fue tremenda. La caída en un pozo de aire fue la peor de mi vida, y de las musulmanas qué iban al lado también porque pegaron un grito y rezaron el resto del viaje.
(Publicar esto significa que todo ese bardo terminó bien).

Sobre El Autor

Soy Vito. De raíz riojana y treinta y pico de años. Viví también en Córdoba, Mar del Plata, Buenos Aires. Viajé por Nueva Zelanda, Cuba, Italia, Bolivia y otra veintena de países más. Pediatra de vocación y formación, y en los ratos que me hago entre el trabajo “serio” trato de aprender algo nuevo (tejer, cocinar, fotografiar, hablar otros idiomas, lo que sea). Amante del yoga (a.k.a. “profesora”), curiosa ayurvédica. Estudio y trabajo con la salud y la enfermedad, pero a mí lo único que me curó fue viajar. Una vez sentí que era hora de poner los pies en la tierra… y lo tomé demasiado literal, quizás.

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