El vuelo desde Nadi fue de sólo tres horas, «un poco menos que a Lima», pensaba para consolarme en mi estado febril e incómodo. Ya había sobrevivido al Fiji-time que me hacía temer por el horario del vuelo, pero todo estuvo más que a tiempo, y en el aeropuerto de Nadi me di cuenta que no me había hecho de ningún souvenir y para colmo tenía muy poco efectivo y quería guardarlo de recuerdo! De todos modos no podía irme sin la bandera para agregar a mi mochila, y eso fue todo lo que compré. Amigos, conformensé con las fotos! (tampoco, las fotos las perdí todas…).
De los nervios y el malestar no había desayunado más que un paracetamol, así que el desayuno del avión fue muy bienvenido, y lo liquidé (café con leche + magdalena + yogur + mini ensalada de frutas + sanguchito de pollo calentito + jugo de naranja petit= gracias Air Pacific, siempre te recordaré!). El entretenimiento a bordo, la película de Tin Tin… Así que me puse a escuchar las opciones musicales y había algo que se parecía al Ochentoso y ahí me quedé,  extrañando mis tardes de radio, y de salud!
Finalmente en Auckland, me reconfortó que todos al ver o notar mi argentinidad me saludaban en español. Rápidamente finiquité con migraciones, cambié algo de dinero y encontré un simil Tienda León para llegar al centro (Manuel Tienda León es una empresa de colectivos diferenciales que comunica el aeropuerto de Ezeiza con Buenos Aires, y musicaliza con cierta saña); me pareció conveniente el boleto de ida y vuelta, ya que mi salida del país es desde esta misma ciudad.
Al empezar a recorrer los primeros 35 – 40 minutos por la ciudad, a pesar de mi definitivo malestar, me di cuenta que esa ciudad me iba a gustar y todo el país también. Una mezcla de alguna ciudad serrana de Córdoba con alguna ciudad inglesa que aún no conocía. En definitiva, como esos pueblos y ciudades de Argentina que tienen marcado por todos sus rincones su impronta inmigrante europea. Pero a todas luces en el primer mundo: muy limpio, ordenado y este confuso manejar por la otra mano que no colaboraba a mi poca claridad mental.
Me bajé en la primera parada, aunque no me quedé en el hostel al que iba, seguí recorriendo calles en subidas y bajada pronunciadas, mochila a cuestas, con varias paradas obligadas para que mi cuerpo se reponga, y cuando no daba más encontré mi primer hogar neozelandes, Surf ‘n’ Snow Backpackers. Con la suerte que en recepción estaban Victoria, de Necochea, y Javo, de Chile. Dejé mis cosas en el dormitorio, y me dispuse a ser atendida a través de mi seguro al viajero.
Los siguientes dos días giraron en torno a lo que me dejaba hacer mi temperatura, no mucho, pero estuvo bien descansar, recuperarme y aprovechar a pleno el voucher de Internet que me regalaron los chicos para ponerme al día con el afecto a la distancia.
Un día, intentando tomar un city tour, me encontré con Amelia y Joanne (dos escocesas que conocí en Fiji), estaban muy cerca de mi hostel y arreglamos para esa noche ir a la Sky Tower. Durante el día disfruté de la historia en la Catedral, la Capilla Santa María, y el Museo de Auckland. Una caminata por los hermosos parques de la ciudad, verdes, frondosos, con callejones arbolados y como todo, muy prolijo y limpio.

La vista de la ciudad en la noche desde los 250 metros de la torre se vió ligeramente empañada por la lluvia que nos acompañó (pero gracias a esa lluvia nos cobraron 15 dólares en vez de 26!), y el cartel que me anunciaba que estaba mirando hacia Buenos Aires a 10.367 km me caló hondo.

Una cerveza en un mini bar en un callejón para reirnos de los personajes y anécdotas que habíamos dejado atrás en la isla y nos despedimos deseando volver a encontrarnos en estas tierras pronto.
Con mi mejoría y mayor lucidez llegó la hora de la mudanza de hostel, hacia Choice Plaza Backpackers, del que no había escuchado muy buenos comentarios, pero todos mis miedos se disiparon al ver q era un hostel como cualquier otro, hasta en algunos aspectos me gusta más, y creo que es el más barato. Ahí me crucé  con varios argentinos y otros latinos, cada uno una historia aparte.
En esos días hice el city tour que me había perdido antes, con la empresa Stray, te lo ofrecen gratis pero en el camino tenés un almuerzo de 15 dólares, con cerveza gratis, así que a no quejarse. Y el recorrido en sí es bastante amplio y lindo. Fuimos a la Sky tower donde sortearon un salto bunggy desde arriba y lo ganó una japonesa que no se animaba así que se lo regaló a uno de sus amigos. Después fuimos al muelle, una especie de Puerto Madero, a una zona cerca de Mission Bay donde hay un hermoso parque con vista a la ciudad y un gran monumento a don Michel Joseph Savage, un primer ministro de principios del siglo XX que parece que era del palo del pueblo. Fuimos a los jardines del museo, donde nuestro guía nos contó la historia legendaria y fantástica de como se formó Nueva Zelanda, entre mitos y verdades, todas las islas del Pacífico se generaron de una misma placa, y un día el menor de seis hermanos nadó desde una esas islas y pescó un pez enorme que vendría a ser la isla norte y era tan pesado y tanta furia le causó al dios del océano que su canoa se dio vuelta, formando la isla sur… Creer o reventar…


El almuerzo fue en un bar del barrio del Parnell, muy coqueto. Ahí me senté con Graciela, una psicóloga de La Plata que empezó a viajar no hace mucho tiempo después que un día en su cocina miró un planisferio y se dio cuenta que habían muchos lugares que quería conocer. Hizo una lista de las cosas que considera que no puede dejar de ver antes de morir, y se largó a la aventura. Al principio temerosa de viajar sola, ya que como a muchas, las amigas no se animaban o no podían acompañarla, puso un aviso en una sección del suplemento de viajes de un diario y así conoció muchísima gente en su misma situación. Se fue de viaje con quién hoy es una de sus amigas y con quién luego compartió otros viajes más. Recorrió Europa en varias etapas, y ahora encontró la veta de viajar por educación: aprende inglés en otros países. Fue a Sudáfrica y ahora a Australia. Estudia 20 horas semanales, y vive en casas de familia, durante un mes. Durante el año sigue atendiendo en su consultorio privado, ya jubilada de un cargo público en el Poder Judicial. Una historia más que interesante y datos muy útiles para el viajero siempre curioso.
La última actividad del tour fue caminar por debajo de uno de los mayores puentes de Auckland. Tuvimos una privilegiada vista de la ciudad, y allí también hay una plataforma de salto bunggy. Un par de intrépidos lo hicieron.
Por supuesto que el tour tiene como finalidad promocionar la empresa, y el flaco que nos guiaba nos llenó la cabeza con las bondades de sus viajes. Yo estaba que no sabía qué hacer con tantas opciones, así que descarté todo tipo de tours organizados porque me asfixian de sólo ver el itinerario tan milimétricamente armado, tantas horas acá, tantas horas allá, a tal hora hacemos una cosa, u otra… No, no puedo tener planeado todo un mes, para eso están mis hermanos. Tomé la opción de «arma tu propia aventura», tal vez salga mal, tal vez gaste lo mismo o más, pero es como me siento más cómoda.
Para eso, este país tiene dos empresas de buses económicos.

Según algunas amigas, me caracterizo por solucionar todo por Internet, bueno, esto está hecho para mi: sólo se averigua, reserva y compra por Internet. Quise hacerlo a través de un ser humano, porque prefería pagarlo en efectivo que con la tarjeta de crédito, pero no, a la web Srta! Y fue un lujo. Precios baratos y hasta promociones para hostels, así que ya me estoy poniendo canchera con el sistema y te viajo por todo el país!
Llegó la hora de dejar Auckland, el último día fue de lluvia primero y sol hacia la tarde, paseo tranca por el puerto viendo todo lo qué la Volvo Ocean Race había organizado, y después a un cyber para subir fotos y hablar con Barcelona ya que todos en Argentina dormían o estaban de joda.
Como toda gran ciudad, impactó y sedujo a primera vista, pero me fui sintiendo que había sido demasiado!

Sobre El Autor

Soy Vito. De raíz riojana y treinta y pico de años. Viví también en Córdoba, Mar del Plata, Buenos Aires. Viajé por Nueva Zelanda, Cuba, Italia, Bolivia y otra veintena de países más. Pediatra de vocación y formación, y en los ratos que me hago entre el trabajo “serio” trato de aprender algo nuevo (tejer, cocinar, fotografiar, hablar otros idiomas, lo que sea). Amante del yoga (a.k.a. “profesora”), curiosa ayurvédica. Estudio y trabajo con la salud y la enfermedad, pero a mí lo único que me curó fue viajar. Una vez sentí que era hora de poner los pies en la tierra… y lo tomé demasiado literal, quizás.

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Una Respuesta

  1. Isabel( la madre)

    Un don natural
    C.K. Stead

    Bajo el alero de mi tejado, incansablemente,
    todo el día primaveral, dos gorriones han recolectado
    los tallos de las hojas caídas,
    mientras yo he estado sentado lamentando tu ausencia.
    Todo el día, los gorriones han urdido con trocitos
    de paja y palitos finos un nido para protegerse
    de las inclemencias del viento,
    y tal vez han introducido en su diseño
    un hilito de la ropa que usaste, y una hebra de tu pelo,
    ya que en todo lo que hacen se muestran apasionados
    por la línea, la medida, la resistencia, y toman
    lo que está cerca, y les es útil.
    Todo el día he estado sentado recordando tu rostro,
    y mirando cómo los pálidos tallos, entrelazados
    por un misterioso proceso, han adquirido
    de pronto un don natural.

    C.K. Stead (1932). Nació en Auckland. Estudió en la University of Bristol y en la Auckland University, donde actualmente es profesor emérito

    Perdón! Los comentarios » naturales» no me surgen. Disfruto de todo lo que contás, lo imagino, y lo siento. No puedo con mi genio. Por eso, busquè un poeta lugareño…

    Responder

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