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333, es el número exacto de islas fijianas. Desde la isla principal, en sólo algunos minutos navegando el Pacífico empiezan a aparecer pequeños paraísos de arenas blancas, verde y frondosa vegetación,  y alegres habitantes.

Una de esas islas, entre las más cercanas, es Mana (del fijiano «magia«). La gente que conocí aquel día haciendo la Lova fue clave: el dueño de uno de los hostel de mochileros fue quién me pasó a buscar por lo de Diane, yo necesitaba cambiar algo más de dinero, así que me llevó hasta una casa de cambio, y luego sí a donde tenía que tomar la lancha. Cumpliendo su promesa me regaló una noche gratis, y los que conducían la lancha eran los dos hermanos altos y flacos, tenían un primer viaje a otras islas y como había pocos pasajeros me invitaron a ir con ellos y hasta me dejaron manejar la lancha un ratito! Volvimos al punto de partida y ahora sí salimos con el destino final de la isla de Mana. Conmigo venían otras 18 personas, entre ellos un grupo de bulliciosos japoneses. Tranquilo viaje hacia el paraíso que me hospedaría la siguiente semana.

Cuando llegamos nos recibieron los trabajadores de los distintos hostales para bajar nuestro equipaje y llevarnos cada uno a su respectivo hospedaje. En mi caso, Sereanas, donde Sara nos dio un breve y algo confuso discurso de bienvenida, donde intentaba explicar que algunos hoteles exclusivos no tienen onda con el mochilero, pero todas las playas son públicas… En fin, a pasarla bien!

En este hostel trabaja el hermano de Tofu, Filippe,  su misión es entretener a los huéspedes, así que todos los días organiza alguna excursión por la isla para mostrarnos las diferentes playas. El primer día me agarró al boleo y me dijo que lo acompañe y yo muy inocente fui así como estaba, de vestido playero y en patas… En algún momento me di cuenta que me estaba perdiendo un bello paisaje pero no podía sacar la vista del piso para ver como esquivar las inclemencias del camino y lastimarme lo menos posible. Él iba lo más campante con sus mega pies que parecen manos. En un momento se apiadó  de mi y se detuvo a un descanso, no sin dejar de pedirme disculpas por no darse cuenta que mis delicados piecesillos no se bancarían el estilo fijiano del andar, mientras mosquitos me deboraban y yo trataba de no pensar en los diferentes serotipos del Dengue.

El final de la travesía fue en una playa solitaria al lado opuesto de la isla, Filippe se encargó de juntar caracoles para luego hacer una carrera y yo a mentalizarme de que para volver me esperaba el  mismo camino y bicherío,  pero ya tenía el camino en la memoria y lo iba a disfrutar luego, con pantalones y zapatillas!

En la primera noche, nos invitaron a ir al hostel vecino, donde trabaja otro hermano de los chicos, allí hicieron un show, con bailes típicos y malabares con fuego. Son muy raros. Parcos en la mirada, en especial Tofu y Filippe, que son gemelos. Supongo que trabajo es trabajo, en cualquier lugar del mundo, pero no parecen disfutar ni medio estar acá y hacer lo que hacen. Un par de días después tuve que poner el oído a Philippe que se quejaba de que su jefe llevaba 4 días atrasado en pagarle. Así que ya saben, sí quieren tirar todo al  carajo y ponerse un bar en la playa o unas cabañas en Negra Muerta no crean que los problemas se van a terminar!

Me tocó compartir la habitación con dos inglesas, una francesa (la que me crucé al llegar a casa de Diane) y un alemán. Todos están un par de días en está isla, luego en alguna más, luego a la isla principal y a seguir viaje, en mi mismo sentido o el contrario. El resto de la gente que está en nuestro hostel o los demás están en la misma. Nos cruzamos en las comidas, en el agua, en algún rincón de la isla buscando un lugar para una buena foto, y se cruzan saludos, presentaciones, comentarios y consejos de viaje. La comunidad itinerante de viajeros.

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Los hospedajes en la isla se dividen entre los resorts (caretas) y los backpackers (gasoleros), rodean la isla, hay una especie de pista de aterrizaje para algunas aeronaves de pequeño porte, un mini puerto, y en el medio lo que ellos llaman «villages», la comunidad local. Casillas muy precarias como vivienda, iglesia, escuela, y no mucho más. No hay tiendas para comprar nada, todo se abastece con los barcos que traen pasajeros desde la isla principal. La energía eléctrica es por generador, desde las 6 de la tarde y hasta las 5 de la mañana. Tampoco hay un lugar de atención médica,  sólo una enfermera en el resort 5 estrellas. Si algo pasa, a saber, alguien enferma o muere, es llevado a la isla principal, y tratan de hacerlo por la noche, para que los turistas no lo veamos.

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Habitan en la isla cerca de 300 personas. Unos 60 chicos van a la escuela, entre los 6 y los 17 años, divididos en tres aulas (hay sólo tres maestros) y cada una a su vez dividida en tres «clases». Aprenden fijiano, inglés y otro idioma más que no le caché. Pero a un ritmo mucho menor al que estoy acostumbrada a ver, hay chicos de 8 años que no saben leer ni una palabra… Y en La Rioja, Mai, mi sobrina, canta «Ai seu ti pego» y maneja Internet mejor que mi madre…

La habitación es enorme, pero un horno, por la noche me despierto del calor y me dan ganas de caminar los diez metros que me separan del agua para refrescarme, la brisa marina no llega a penetrar los mosquiteros y el ventilador no da abasto y yo estoy en la cama mas lejana. Hay un inodoro y una ducha para compartir entre los dormitorios, otros pasajeros están en una especie de cabañas donde supongo que tendrán su baño porque nunca los veo por el nuestro. Como no hay ningún negocio de nada, el agua se la tuve que comparar al hostel, caripela,  pero al menos conseguí que Filippe me ayudara a recargarla para no tener que comprar más. El régimen es la vieja y querida «pensión completa» desayunamos con café o té,  avena, panqueques, o panes y budines muy ricos, manteca y mermelada, y alguna fruta loca también. Almuerzo y cena con comidas varias y por suerte abundantes. Risoto con vegetales, chop suey con pollo, sánguches de pescado, frutas, frutas, frutas. Que suerte que no tengo mambos con la comida, y muy por el contrario, me gusta todo.

Con el comienzo de la semana «laboral» hice mi primer contacto con la escuela. Fuimos durante la mañana, conocimos a uno de los maestros, nos presentó a los chicos de su clase, nos hizo una demostración de cómo leían en inglés y nos cantaron una canción de bienvenida (mucho «bula» por supuesto). Al terminar la visita «oficial» me acerqué  al maestro para preguntarle si podía acompañarlos en más actividades, y así fue cómo me sumé en la tarde a la clase de gimnasia.

Me presenté con los chicos, hablamos de lo que hace un médico, me contaron sus experiencias con doctores, qué saben del cuidado personal. De repente se distrajeron con una pequeña lagartija verde, y después de eso improvisé un juego con una pelota, practicamos movimientos de básquet, volley y después se pusieron a jugar al fútbol. Con los más vagonetas jugamos ta-te-ti en el suelo con palitos. Me pintaron la cara.

Sonó la campana y salieron corriendo a buscar sus mochilas y formaron cuatro filas frente a una de las maestras, que les dijo varias cosas en fijiano, rezaron (en inglés) y salieron marchando a casa.

Yo salí rumbo a una travesía solitaria por la isla que obviamente terminó conmigo perdida dentro del hotel 5 estrellas junto con un alemán y una irlandesa. Uno de los trabajadores del hotel nos indicó muy amablemente cómo salir, y volví al océano a refrescarme y escuchar música hasta que el atardecer se llevó el sol hacia el resto del mundo del que estoy tan alejada.

Anoche en nuestro hostel jugamos con preguntas acerca de Fiji,  mi equipo perdió pero los ganados compartieron las cervezas, después los lugareños nos prepararon Kava,  brindamos y jugamos cartas. Los domingos los lugareños se desbandan y andaban tomando y correteando por todos lados, así que nos guardamos temprano. Esta noche hay una fiesta de disfraces donde las mujeres se visten de varón y viceversa…
Ya que casi no hay electricidad, no hay internet más que en una especia de cyber en uno de los hoteles. Los precios son abusivos!! Así que a desenchufarse!!

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Sobre El Autor

Soy Vito. De raíz riojana y treinta y pico de años. Viví también en Córdoba, Mar del Plata, Buenos Aires. Viajé por Nueva Zelanda, Cuba, Italia, Bolivia y otra veintena de países más. Pediatra de vocación y formación, y en los ratos que me hago entre el trabajo “serio” trato de aprender algo nuevo (tejer, cocinar, fotografiar, hablar otros idiomas, lo que sea). Amante del yoga (a.k.a. “profesora”), curiosa ayurvédica. Estudio y trabajo con la salud y la enfermedad, pero a mí lo único que me curó fue viajar. Una vez sentí que era hora de poner los pies en la tierra… y lo tomé demasiado literal, quizás.

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2 Respuestas

  1. karina

    Viajar y conocer a mi me hace valorar lo q tengo. Lo d tu pte seguro q es lo habitual. Ojala el bicho no le haya comido la pata. Acá la internabamos con clinda. Disfruto mucho leyendo tus andanzas. Se nota q sos feliz pero la próxima lleva te unos comprimidos d cefalexina. Besos

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