Junto al mar en la ciudad de Busan, una vuelta equivocada en la esquina correcta hizo que diéramos con un lugar ya lejos de las plantaciones de té verde en Boseong, pero que nos guardaba una sorpresa:

-Y si entramos?, me dijo Mariano, que tiene un olfato único para encontrar verdaderos personajes y situaciones. Yo, en una confesión muy anti viajera soy más de seguir de largo, quedarme mirando e imaginando. Pero ya aprendí que le tengo que hacer caso a él, y cuando dice eso es porque algo muy copado está por pasar.

Parecía ser una casa de té más, que no es poco. Cuando me propuse a escribir sobre el té y visitar casas de té me di cuenta que estamos en pleno furor internacional del café (y el lifestyle que presupone tomarlo, especialmente es vasos gigantes, en lo posible una cantidad desorbitante). Hay cafeterías por todos lados, y no sé si estoy loca, pero veo gente tomando café helado por todos lados en el caluroso verano coreano… «Justo ahora que hay cafeterías por todos lados, a mí se me ocurre buscar casas de té en Corea…», al principio pensé que iba a ser más difícil. Después me di cuenta que sería mucho más complicado encontrar buenas y destacables cafeterías entre las 5 por cuadra que hay (e invertir un dineral en café y tal vez terminar con una úlcera gástrica!). En cambio las casas de té, son pocas pero generosas. Raramente encuentres una que no sea especial. Y ésta vaya si lo era.

Al principio sólo nos atendió una señora que parecía tener muchas ganas de romper con una aburrida tarde. Entonces nos hablaba casi susurrando, muy lento como para que el encuentro no se termine nunca, en coreano mayormente, sobre vaya a saber qué detalles del té. Mientras nos servía en unas pequeñas tazas para empezar a degustar. Ella quería explicarme lo que luego entendí: tenía un té negro de China, exquisito, y un té verde coreano que era exclusivo de la tienda.

En silencio mirábamos cada movimiento que hacía. Las teteras son muy distintas a las que conocía en Argentina. Son más pequeñas, ovoidales y ésta no tenía un infusor, sino una malla cubriendo la boca de salida para que todo el tiempo las hojas estén libres por el agua caliente. Lo que más me gustó es el movimiento justo antes de servirlo, un par de círculos paralelos a la mesa, con una sola mano que puede a la vez agarrar tetera y tapa (así de pequeña es), para luego empezar a inclinar la boca sobre la taza. En todo ese proceder, el paso de probar el té es casi lo último, ya estás que no das más del deleite de ver todo ese preámbulo… pero es entonces cuando todo los sabores te sorprenden el paladar, el aroma, las texturas.

Nos rodeaban estantes llenos de porcelanas. Hay mucho protocolo en las tazas y teteras, en los materiales, los colores y dibujos con que las pintan. En cómo presentar la vajilla en la bandeja… Pero eso es historia para más adelante, para otros kilómetros.

 

La llegada del Sr Kwan

Cuando ya estábamos a punto de irnos llega una pareja en un auto que estacionó casi encima de la vidriera del local. Eran los dueños. Era el señor Kwan. Era el tea master. Y venía con su risueña esposa.

Ella era la que mejor se manejaba en el inglés y nos llenó de pruebas de la fama de su esposo. Artículos en diarios y revistas, menciones en festivales de té, fotos de sus aprendices también famosos ya, y hasta una placa de reconocimiento como «Ciudadano Ilustre» de Busan (o eso entendimos al menos). De un momento a otro la señora me pone al teléfono con su hija, que vive en Seúl pero estudió en Londres y habla inglés. Intercambio algunos datos de contacto con la chica, desconcertada por el llamado más que yo, mientras Mariano aprovecha la buena onda del tea master en posar para sus fotos.

Yun Suk Kwan, el maestro del té

Yun Suk Kwan tiene muchos más años de lo que aparenta su cara, aunque muchas más arrugas que años en sus manos, que trabajan con el té hace décadas. Nos muestra con orgullo un libro que editó hace poco, y trastabillando con la traducción entendemos que se llama algo así como «El té es interesante» (no puedo estar más de acuerdo). No tiene más ediciones que esa, en coreano, y lamento como en tantos otros momentos no sólo la barrera ideomática, sino la poca posibilidad de acumular que tengo en viajes como estos, que son los que elegimos hacer. No vinimos de vacaciones dos semanas a Corea, empezamos un viaje que no sabemos ni dónde ni por cuánto tiempo nos va a llevar, y el libro es tan grande y pesado. Lo miro como escaneándolo con los ojos, sabiendo que en algunas horas no voy a recordar nada.

La sonrisa del señor Kwan es por demás hospitalaria. Todos en esa habitación llena de maderas y hojas de tés de distintas partes de Oriente sabemos que no tenemos más que decirnos. O sí, pero ya hicimos todo lo posible con el idioma intermedio que ni siquiera compartimos del todo. Estamos de acuerdo que el té es muy «interesante» e intercambiamos datos de contacto. Y yo empiezo a soñar con algún día volver a esta esquina equivocada de Busán a traerle mi libro y llevarme el suyo.

 

[divider]NO DEJES DE VISITARLO[/divider]

La tienda:

죽로다문화원 («Tea Culture Center  죽로» )

Dirección:

39-4 Nampodong 2(i)-ga, Jung-gu, Busan, Corea del Sur.

 

Este post tiene otra cara, como todo en este viaje, y es la versión de Mariano (mucho mejor que la mía, por supuesto), podés leerla aquí.

Este post es un paso más en la #RutadelTé que estamos recorriendo en Asia desde agosto de 2017.

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Sobre El Autor

Soy Vito. De raíz riojana y treinta y pico de años. Viví también en Córdoba, Mar del Plata, Buenos Aires. Viajé por Nueva Zelanda, Cuba, Italia, Bolivia y otra veintena de países más. Pediatra de vocación y formación, y en los ratos que me hago entre el trabajo “serio” trato de aprender algo nuevo (tejer, cocinar, fotografiar, hablar otros idiomas, lo que sea). Amante del yoga (a.k.a. “profesora”), curiosa ayurvédica. Estudio y trabajo con la salud y la enfermedad, pero a mí lo único que me curó fue viajar. Una vez sentí que era hora de poner los pies en la tierra… y lo tomé demasiado literal, quizás.

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