Pasaron algunos días y otros tantos kilómetros en nuestra aventura centroamericana por Costa Rica. Nos adentramos en la Ruta de los Volcanes con algunas desilusiones pero conociendo pueblitos acogedores y gente muy amable. En lo que a volcanes respecta NO vimos el Poás y al Arenal sólo de lejos…

El Poás... supuestamente detrás de la cortina de niebla

El Poás… supuestamente detrás de la cortina de niebla

El Arenal en el pueblo La Fortuna

El Arenal en el pueblo La Fortuna

lo más emocionante de esos días fue…

Una ardillita!!!

Una ardillita!!!

Poner nuestros ojos en el Río Celeste y sacarlo del folleto sobre Costa Rica que habíamos visto en Panamá, ese era nuestro objetivo.

En La Fortuna tomamos un bus hasta el cruce El Tanque, que era supuestamente, más conveniente para pedir un ride (tiquismo para “hacer dedo”). Allí estuvimos nuestros ya clásicos 20 minutos hasta que llegó un matrimonio que nos acercó unos kilómetros a Monterrey, donde el viaje entero tendría un momento cumbre: el rastrojero de Orlando, El Científico. Él iba a todos nuestros destinos tentativos, Katira, Upala, Bijagua… Así que subimos y dejamos que el camino decidiera dónde bajarnos.

La charla y la amistad se fueron agrandando con las horas. Pasamos por Katira, que pareció ser un muy buen lugar para quedarse unos días, y desde donde se llega al pueblo “Río Celeste”, que ni sabíamos que existía. Pasamos por un puente donde empezamos a acercarnos a la magia y dimos el primer avistamiento de este fenómeno, pero por ahora no se los voy a adelantar.

Decidimos en común acuerdo seguir viaje hasta Bijagua, donde el acceso al Parque Nacional Tenorio es más corto que desde Katira. Para eso debíamos acompañar a Orlando a sus deberes del día: buscar productos en una finca y saludar a la familia de camino.

El hambre nos atacó antes y paramos a comer un “gallito de pescado” en una soda de un poblado cercano. Pasamos a visitar a su hija del corazón, conocer al nuevo bebé y el resto de la familia. Y luego sí a buscar la famosa finca por unos caminos desconocidos para todos. Idas y vueltas y algunos llamados telefónicos nos tomó encontrarla bajo el fuerte sol. Pero tuvimos buena recompensa, ya que mientras el señor Pedro cargaba la camioneta con yuca, naranjas y plátanos, nosotros nos refrescábamos con unas pipas recién bajadas del cocotero. Mariano dió sus primeros machetazos para prepararnos a la supervivencia!

Maestro y discipulo

Maestro y discipulo

Muy acalorados continuamos ya sin detenernos. Llegamos a Bijagua cerca de las 4 de la tarde. El clima ya era mucho más fresco. Orlando había vivido allí algún tiempo atrás por lo que el primer conocido no tardó en aparecer a saludarlo. Nosotros ya con las mochilas al hombro le preguntamos si conocía algún hospedaje o camping, y a nuestras espaldas estaba la solución: Roland, “El Tomba”, parado, escobillón en mano en la puerta del súper chino donde trabaja hace casi 14 años. “Se pueden quedar en el área verde de la casa”, dijo con amable confianza. Orlando se fue con una de nuestras postales en agradecimiento y la promesa de volver a vernos, “si tienen un mes para regresar a Panamá, entonces se pueden quedar unos 15 días conmigo!”.

Roland llamó a Amanda por teléfono para que viniera a buscarnos y nos llevara a la casa. Su hija de 10 años apareció por la ruta, mirándonos curiosa y contestando nuestras preguntas con pocas palabras. Nos observó armar la carpa y no se nos despegó por el resto de la tarde. Fuimos de compras al pueblo y nos quedamos hasta tarde viendo tv con ella. Nos presentó a todos sus muñecos y al ver a Winnie Poo malherido rápidamente decidimos intervenirlo. Se recuperó favorablemente.

Winnie Poo en el quirófano

Winnie Poo en el quirófano

Nos regaló un dibujo que hizo con una ingeniosa técnica que inventó para calcar mojando una hoja con aceite.

Esa noche todos nos acostamos temprano. Roland llega a las 9 de la noche de trabajar para cocinar y bañarse, es padre soltero. Amanecimos maldiciendo la llovizna y el profundo nublado que cubría nuestro día, dudando si convenía ir al Parque o esperar un día más. Las chicas de informes turísticos no colaboraron con los datos suficientes como para ayudarnos en la decisión. Pero Roland miró la montaña y sentenció “Vayan, allá detrás está el sol”. Era lo que queríamos escuchar y preparamos todo para salir.

Desde Bijagua hay un nuevo acceso al Parque de 9 km. No hay autobús que haga el recorrido, un taxista mencionó algo de 20 dólares, las chicas de turismo un transporte de 13… Era obvio, teníamos que ir a dedo.

Empezamos a caminar el sendero hasta que llegaron Luis y Amor, dos madrileños vacacionando en tierras Ticas. Desde su camioneta alquilada comprobamos que el nuevo acceso, motivo de orgullo de los lugareños, no es apto para otros vehículos que no sean 4×4. Tampoco diría que se puede hacer a pie, hay subidas desmoralizantes, se demoraría horas en llegar perdiendo valioso tiempo para recorrer y disfrutar el Parque. En el camino también vimos varios lugares donde hospedarse, pero con un presupuesto corto como el nuestro tampoco es recomendable estar demasiado lejos del pueblo.

Una vez en la entrada, los guías nos dieron una explicación del sendero, nos ofrecieron sus servicios, y pasamos al registro del Guardaparques. El hombre de turno (vamos a proteger su identidad, por motivos de seguridad y porque no recuerdo muy bien su nombre), estaba de muy buen humor. Ante la sola mención de cualquier palabra supo que éramos argentinos, y nos planteó un desafío: “A ver cómo les va a ustedes, una vez vino una pareja de argentinos y les hice una pregunta para saber si coincidían conmigo, si estamos de acuerdo les dejo la entrada libre… ¿Quién es más grande, Messi o Maradona?” Justo con estos dos fanáticos maradonianos vino a toparse y con aires de “Qué pregunta es esa!” respondimos a coro instantáneamente “El Diego, señor! Es lo más grande que hay”. Se le dibujó una sonrisa en la cara, desarrolló su propio concepto del Diego como líder espiritual de cualquier equipo y como no podía dejarnos entrar gratis nos cobró la entrada como residentes costarricenses, que es casi gratis (700 colones contra 5000). Y la magia comenzó.

en el bosque

en el bosque

La primera meta del sendero a 1.5 km es la cascada. En el menester nos adentramos en el bosque tropical, fangoso y multipoblado de vegetación exótica para nuestros ojitos. Plantas, raíces, árboles, insectos, mariposas, todo sorprendía por sus formas o colores o tamaños. La penumbra de las altas ramas que dejan pasar sólo algunos privilegiados rayos de sol dibujaban líneas de colores asombrosos.

No tardamos en llegar, entre varias subidas y bajadas, a la gran escalinata de maderos que desciende al mirador de la cascada. Su barullo ya se siente, mientras entre el tupido follaje se empieza a ver lo increíble…

CHAN!

CHAN!

Un color distinto, fuera de serie, nunca visto, es el que tiene este río que se desploma en la olla a los pies de la cascada de 30 mts. Estamos fascinados! La naturaleza brava, imponente, caprichosa, nos cautiva. Hay letreros que nos avisan que está prohibido bañarse o cruzar el río. Pero también vemos gente saliendo del agua en paños menores y con grandes sonrisas. Nosotros estábamos preparados para tal fin, nos contuvimos un momento hasta que un guía del Parque desapareció, cuando el gato no está los ratones bailan… nos sacamos la ropa (música de streaptease por favor…) y nos tiramos de bombucha en este pailón!

Agua fría y corriente fuerte nos obligaron a estar poco tiempo y en continuo movimiento. Jugueteamos como chicos, nos sacamos miles de fotos, algún animalejo subacuático nos enteró de su desacuerdo con nuestra presencia a mordiscones en los pies. No nos importaba nada, estábamos nadando en el Río Celeste!

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Fue muy difícil, pero salimos de ahí y continuamos camino. Nos esperaba en el camino el mirador del volcán (porque el Parque tiene su volcán, el Tenorio). No sé qué se verá porque como en todos estaba nublado y el mirador sirve mejor como parador estratégico para comer algo.

La última estación del paseo, puente colgante mediante, es llegar a la cocina misma de toda esta magia, “Los Teñideros”, un sector del río donde cambia de color a este maravilloso celeste.

en Los Teñideros, de río normal a río celeste

en Los Teñideros, de río normal a río celeste

El resto del turistaje pasaba, posaba y seguía. A nuestros amigos madrileños también los perdimos por su paso apurado. Nosotros queríamos tomarnos todo el tiempo posible. Era nuestro lugar favorito. Un río que parece pintado por un niño, en un bosque tropical donde caminábamos acompañados por el sonido húmedo de nuestros pasos en el barro con mariposas coloridas rovoloteando, pequeñas flores silvestres, hormigas fortachonas y misteriosas telas de araña. Naturaleza pura… Pura Vida!

La magia celestial no terminaría allí. Volvimos al pueblos de Bijagua tal como nos habíamos ido, a dedo. Regresamos a la casa de Roland. Nuestra carpa relucía en su jardín súper verde y florido. Habíamos dejado pasar el almuerzo entre tanta caminata excitante, así que tiramos la manta de picnic y degustamos como si fueran un manjar unos sendos sánguches de atún. “No suelen comer comida, no?” nos preguntó Yermaly, la niñera de Amanda. Entre risas le dijimos que había días así, en que las actividades le ganaban a la rutina de un almuerzo hecho y derecho. Charlamos con ella largo rato de nuestros viajes mientras ella nos enlistaba las comidas que sabía hacer. Y como el pez muere por su boca, esa fama no iba a demorar en ser puesta a prueba.

Roland debía irse con Amanda a Cañas, la ciudad más cercana para hacer las compras pertinentes al inminente inicio de las clases. Ese hombre, que de buen corazón nos invitó a su casa, nos dejó horas a solas con su hija de 10 años, ahora estaba dispuesto a dejarnos la llave de su casa mientras él se ausentaba del pueblo. Yermaly no tardó en contraofertar, nos invitó a cenar y dijo que podíamos poner la carpa en su jardín. Nos fuimos de mil gustos, agradecidos con Roland por su hospitalidad y confianza. Nuestra nueva anfitriona nos entretuvo horas con su verborrágica charla. Nos puso al tanto de sus hijas, nos presentó a la Sra Miriam, que se unió varios metros en la camiata hacia su casa. Ella curiosa, de una no más, nos preguntó si estábamos misionando (preguntas raras que hemos recibido en este viaje…), si leíamos la Biblia, si íbamos a la Iglesia…

Caía la tarde ya cuando por fin llegamos al humilde y cálido hogar de Yermaly y su esposo. Sus hijas estaban fuera del pueblo por las vacaciones, así que practicamente nos obligó a no armar la carpa y dormir en la habitación de sus niñas.

Nos presentó sus famosas arepas, que muy lejos de las venezolanas eran unas galletas dulces de harina de trigo deliciosas. Con una buena taza de café… una merienda de las que tanto extrañaba!

merendón

merendón

Pronto comenzó a preparar la cena. La acompañé en la cocina mientras Mariano se encaminaba en la charla futbolística con el marido. Escuché sus historias, sus secretos de cocina, lamentaba que nos fuéramos tan rápido y no conocer a sus hijas o probar más de sus platos, hasta nos quería invitar a un casamiento al que debía asistir en Cañas!

Nos fuimos por la mañana siguiente a duras penas. Durante la noche, durmiendo con Mariano en la única cama en la que dormían dos niñas juntas, no dejaba de pensar en la sucesión de eventos que nos habían llevado hasta allí desde que decidimos salir a la ruta a la hora equivocada en La Fortuna. Con aquel retraso se construyó una cadena donde cada eslabón fue una persona que nos abría la puerta hacia alguien más. En medio de todo esto, que es exactamente lo que esperábamos de este viaje, el celestial color del río que decoró nuestros días, marcó esta región de Centroamérica de una forma muy especial en nuestro mapa.

Como para que quede claro, es HERMOSO!

Como para que quede claro, es HERMOSO!

Sobre El Autor

Soy Vito. De raíz riojana y treinta y pico de años. Viví también en Córdoba, Mar del Plata, Buenos Aires. Viajé por Nueva Zelanda, Cuba, Italia, Bolivia y otra veintena de países más. Pediatra de vocación y formación, y en los ratos que me hago entre el trabajo “serio” trato de aprender algo nuevo (tejer, cocinar, fotografiar, hablar otros idiomas, lo que sea). Amante del yoga (a.k.a. “profesora”), curiosa ayurvédica. Estudio y trabajo con la salud y la enfermedad, pero a mí lo único que me curó fue viajar. Una vez sentí que era hora de poner los pies en la tierra… y lo tomé demasiado literal, quizás.

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3 Respuestas

  1. nathy

    wow toda una aventura… las fotos son hermosas, el verde, el azul, la tierra es maravillosa!!!

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