La visita a la ciudad nos cargó de ansiedad. Tanto que fuimos más rápido que el tiempo: en algún momento de los seis días que pasamos en Essaouira, en Marruecos cambió la hora oficial y a nosotros nadie nos avisó! Así de bien estamos en este viaje, no sabemos muy bien qué día es, ni mucho menos la hora… Pero este pequeño detalle hizo que esperáramos una hora más la salida del bus y como ni nos imaginábamos que podían haber cambiado la hora, estábamos indignados por la demora! 😀

Una vez en la gran ciudad, grande en serio, caminamos unos treinta minutos entre la estación y la Medina. Los carteles a seguir entre grandes avenidas y confusas rotondas dicen una sola cosa «Jamaa el Fna«. Así se llama la gran plaza que abre el juego en la Medina de Marrakech. Cualquier fan de MDQ, Narda Lepes o cualquier otro programa de viajes la tiene que haber visto (maravillado) al menos alguna vez por televisión. Nosotros llegamos de día, un llano de cemento casi apacible. Eran nuestros últimos días en el país norteafricano y cosas como muchos puestos de jugos, hombres con monos, mujeres cubiertas ofreciendo tatuajes ya no nos sorprendían… bueno, los encantadores de serpientes un poco sí ;). Había mucho sol, calor, cansancio, pero poco movimiento a nuestro alrededor. podríamos decir que la gran plaza estaba latente…

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Esta vez llegamos a la ciudad con algo de información, cosa que no habíamos hecho antes por esas tierras. Habíamos visto algunos hospedajes por internet, así que decidimos ir hacia uno de ellos, el que nos parecía «más hostel». Dificilísimo de encontrar, sobre todo si uno encara para el lado opuesto! Preguntando a los lugareños, con mucha precaución de no caer en garras de alguno de los tantos buscas que te ayudan sólo a cambio de un moneda, finalmente dimos con el lugar. El hostel terminó siendo de lo peorcito que tuvimos en el viaje marroquí. Nos instalamos sólo contentos por el wi-fi y la tranquila terraza que compartíamos con una comunidad de tortugas.

una de las tortus...

una de las tortus…

En la caída de la noche, el cansancio no venció nuestra curiosidad voraz de ver la plaza, y a esa hora la historia era muy distinta de cuando habíamos llegado. La imagen que tantas veces vi por una pantalla, estaba ahí, viva, ante mí… al alcance de mi mano y entrando por todos mis sentidos. Carpas, lamparitas y mucho humo mezclando colores, luces y olores. Así, vista desde lejos, era como todo lo que había imaginado. De cerca la cosa cambia un poco.

Es el gran circo. Por un lado, sumidos en la oscuridad, hay grupos de personas en círculos en torno a «algo». Nos acercamos y se empiezan a distinguir algunos instrumentos y cantos. Algunos, entre tema y tema hacen una pequeña sesión de stand-up, aparentemente muy cómica, porque todos ríen como si se tratara de un chiste cordobés. En árabe, estamos fuera de la joda… Hasta cuando hablan mirándonos y señalándonos… Algo nos dice que no se ríen con nosotros!

La noche en el corazón de la Medina de Marrakech

La noche en el corazón de la Medina de Marrakech

No me siento particularmente cómoda. Parece que si sos rubia te podés sentar en primera fila a ver cualquier show. De todos modos si te atrevés a sacar una cámara de fotos o celular, serás fuertemente reprobado por los protagonistas, y si conseguís sacar una foto preparate para ser corrido por alguno para que pagues el precio de la indiscreción.

Incómoda y con la cámara de fotos bien guardadita, le hice el aguante a Mariano que estaba chocho con la música. Hay que decirlo, los tipos que encontramos tocaban re bien! Pero la expresión de sus rostros daba la sensación que no nos querían de amigos.

No me gusta Marrakech!! No me siento bien con la sensación de que un lugar no me guste, tal vez es la primera vez en todo el viaje.  Me peleo conmigo misma porque una parte de mí trata de justificar las actitudes de la gente, trata de ver la belleza de una idiosincrasia distinta… pero no, en el resto del país la gente fue fantástica… es que no me gusta Marrakech y punto. Muchos nos dijeron, «la gente es una mier…», y no quería que tengan razón, así que con los días le di el margen de duda suficiente para que me muestre otra cara… pero no, Marrakech no quiso gustarme.

Los vendedores fueron mucho más acosadores que en el resto del país, tanto que llegaron a un punto de no retorno: el contacto físico! En general te hablan (insistentemente) para que entres a sus tiendas, veas sus productos «sin compromiso de compra, solo ver», capaz te siguen unos metros si pasás de largo, nos han llegado a gritar para que volvamos a algún negocio, pero en la Medina de Marrakech un tipo directamente me agarró del brazo para llevarme a su lugar. Mariano empezó a engranar y me agarró del otro brazo tirándome hacia el otro lado… y yo fui y vine un par de veces entre los dos hasta que finalmente mi captor me liberó en brazos de mi amado.

Como ven venía todo mal con Marrakech, peeeeero, finalmente llegó el ansiado PERO! Como no podía ser de otra manera, llegó por el lado de la comida. La plaza es una fiesta de sabores! Hay muchos puestos de comidas, parrillitas, tajines, cous-cous (platos típicos, basicamente guisados de verduras con algo de carne el primero, y el cous-cous es… cous-cous!). Están uno al lado del otro, y por supuesto, de cada puesto sale algún marroquí a tratar de convencerte que te sientes en su lugar. Hay que ser paciente y conservar el espíritu de explorador. Lo mejor lo encontramos en el corazón de la gran feria.

El Rey de la Sopa! Inconfundible porque es sólo uno. La harira es la sopa típica marroquí, y es una delicia. No sé bien qué tiene… Por suerte me lo encontré a Karl, el chef yanki que habíamos conocido en Uorzazate, y me dijo que tenía mucho tomate y calabaza, especias, lentejas, porotos, fideos… no sé, es una fiesta, no se la pueden perder! Sale sólo 3 dirhams! (1 USD = 10 dirhams).

Harira marroquí

Harira marroquí

Nuestro favorito: Pescado frito. Encontramos un rinconcito que tenía dos mega freidoras y mucha gente cortando, picando y apanando cosas… nos acercamos y sí, era el mundo del pescado y calamar apanados y fritos… por si esto fuera poco, lo sirven acompañado de un platito de berenjenas pisadas. Claro que el limón no puede faltar! Para chuparse los dedos… 😀

todo frito!

todo frito!

El tapado, Sánguche de huevo! Cuando la gente pregunta por cosas raras que comí en este viaje espera que hable de animales o insectos. Debo defraudar al imaginario popular y contarles que esto es de lo más raro, insólito, que comí. Muy simple, pero a ninguno de nosotros se nos hubiera ocurrido meter entre panes un huevo duro, y listo. Hacer de eso una comida al paso. Llamarlo sánguche de huevo! Para los exquisitos, como nosotros, que siempre pedimos la versión «completa» o «especial» está la variedad con papa! Y es más rico aún!! Para los escépticos que están diciendo «qué dice esta chica!» les contesto con una sola pregunta, dos mejor: ¿Les gusta la ensalada de papa y huevo?? ¿y rempujarla con un poquito de pan?? Chito la boca! Riquísimo!!

simple... papa, huevo y pan... y un poquito de cebolla!

simple… papa, huevo y pan… y un poquito de cebolla!

Si la plaza y sus puestos de comidas son obligados en la visita a Marrakech, salir de compras por los mercados está en también en esa lista. Hasta aquí no habíamos hecho compras esperando llegar a la ciudad, suponiendo que íbamos a encontrar mejores cosas y mejores precios. No, nos gustó mucho más el mercado de Essaouira por ejemplo. De todos modos aquí compramos algunas cositas (no vamos a develar sorpresas para algunos 😉 ) y tuvimos que poner en práctica el arte del regateo. Básicamente hay que poner mucha voluntad y paciencia, y saber que de entrada el juego está perdido: la casa siempre gana. Más allá de lo que uno pueda acercarse a los precios pretendidos, es muy interesante como método de interacción y comunicación.

La cultura marroquí en general es muy interesante, atractiva, recelosa pero muy receptiva y hospitalaria. Un país muy seguro para viajar. A las mujeres solas las pueden molestar bastante con «piropos» y propuestas, pero dudo que pase de lo verbal. Yo anduve siempre acompañada por Mariano y en la mayoría de los lugares pasábamos muy desapercibidos, y eso te permite meterte más en el paisaje y vivirlo desde adentro, aunque siempre somos «de afuera». Marrakech no me gustó, como quedó bien claro, pero hay gente que la adoró. No hay términos medios, ni grises. No se llega a explicar ni describir… hay que experimentarla!

mi adiós a Marruecos...

mi adiós a Marruecos…

Sobre El Autor

Soy Vito. De raíz riojana y treinta y pico de años. Viví también en Córdoba, Mar del Plata, Buenos Aires. Viajé por Nueva Zelanda, Cuba, Italia, Bolivia y otra veintena de países más. Pediatra de vocación y formación, y en los ratos que me hago entre el trabajo “serio” trato de aprender algo nuevo (tejer, cocinar, fotografiar, hablar otros idiomas, lo que sea). Amante del yoga (a.k.a. “profesora”), curiosa ayurvédica. Estudio y trabajo con la salud y la enfermedad, pero a mí lo único que me curó fue viajar. Una vez sentí que era hora de poner los pies en la tierra… y lo tomé demasiado literal, quizás.

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