El entusiasmo y la ansiedad previos a la salida a nuestro paseo por Erg Chebbi eran inconmensurables. Pasamos la siesta previa «trabajando en nuestros blogs» (oh, buenaaa!), y escuchando programas grabados de la Metro. Un poco por eso, cuando vi la S tatuada en mi dromedario lo bauticé Seba, por Wainraich! Mariano se quedó con Román y ambos se veían «felí«.

Emprendiendo nuestra Campaña del Desierto!

Emprendiendo nuestra Campaña del Desierto!

Salimos a la par de otros grupos, nosotros con el infalible sistema GPS : Guiados Por Said, nuestro couchsurfer y amigo de Hassi Labied. Por delante teníamos hora y media con el atardecer en las dunas como espectáculo natural exclusivo para nosotros.

Said es muy callado. Por momentos temimos que no nos quisiera, o tal vez le rompimos mucho… la paciencia. Pero él es así. Caminando en el desierto por horas, hasta lo entiendo y creo que yo sería igual. Cuando interrumpe su silencio siempre es con una gran sonrisa. Habla un perfecto español y en los días que estuvimos juntos, trabajamos en mejorar su argentino. No le pegó mucho el «boludo«, pero sí aprendió la universalidad del «che» para llamar la atención de hombre, mujer, perro, gato, dromedario o cualquier forma viviente de su entorno.

En caravana

En caravana

Los dromedarios son de lo más curioso. Cara de póker, casi cancheros en su andar despreocupado por este paisaje tan hostil. Son como las palomas mensajeras: no saben ir pero jamás se equivocan en el volver. No son como los caballos que andan a comando, por eso todos los grupos tienen un lugareño que los lleva por delante. Como los patos, van en fila. Lo que hace el primero es regla para los que vayan por detrás, por eso al estacionarlos le atan la pata delantera al primero para que no se levante.

Calentando motores

Calentando motores

LA foto

LA foto

El destino de ese primer día era uno de los varios campamentos que hay en el medio de las dunas. Allí, caída la noche, nos esperaban con el infaltable té y una rica cena. Junto a otros grupos, todos hispano parlantes y sólo una argentina más. Harira y tajin de pollo y verduras, melón y naranjas de postre. Percusión y baile para bajar la comida, mientras la luna en cuarto creciente se escondía tras la duna más grande que teníamos a nuestra espalda para dejarnos un cielo estrellado inolvidable. Luego de la música y sacarnos las ganas de cachetear algunos tambores, nos alejamos un poco del campamento, que tiene electricidad por paneles solares. Quedamos a solas con la inmensa noche, para descubrir constelaciones, satélites y estrellas fugaces. Los españoles que estaban con nosotros nos hicieron morir de la risa con sus gallegueadas de libro.

Las Jaimas

Las Jaimas

"Los bombos ya están templados..."

«Los bombos bien estirao…»

Acostados en la arena, ínfimos en el universo, se peleaban en mí la enamorada, la feliz y la realizada para ganar el protagónico. La noche toda fue exquisita, seguramente la más extraña e insuperable… hasta la siguiente.

Por la madrugada salimos de nuestra jaima antes que el sol  para verlo aparecer y bañar la arena. Luego que todos los grupos emprendieron el camino de regreso al pueblo, Said nos sirvió un completísimo desayuno, desde aceitunas a yogur, nosotros y la gata que nos acompañó comimos a reventar, guardando las energías para el agotador día que teníamos por delante.

Un amanecer peculiar...

Un amanecer peculiar…

Desayuno gatuno

Desayuno gatuno

Fueron tal vez tres horas, un poquito en dromedario y otro poquitito a pie. Calor desértico en todo su esplendor, el sol pegando de frente y el paisaje a nuestro alrededor cambiando muy lentamente. El lapso en el que sólo hay dunas a la vista es fantástico. Said va caminando sin vacilar ni un paso. Los dromedarios obedientes y firmes. Nosotros cada tanto nos mirábamos para poder compratir de alguna forma semejante experiencia y respetando el silencio ambiente, sólo interrumpido por la música de Tinariwen en el celular de Said… Todo y nada al mismo tiempo.

A seguir...

A seguir…

Bicolor

Bicolor

Justo cuando empezábamos a cuestionarnos la necesidad de tener el bendito viaje al desierto, si puedo sentir el mismo respeto por la vida y un vaso de afamada bebida cola imperialista helada un 3 de enero en el acceso sur riojano, apareció el refugio donde aguardamos a la sombra de unas palmeras que la letal siesta se retire. Said nos preparó una oportunísima ensalada rehidratante, omelette y frutas. Alfombra y colchón en la débil sombra. Mojarnos la cabeza cada tanto y tratar de cuidar el agua era nuestra principal actividad. Lo demás fue una larga charla acerca de hasta donde habíamos llegado, lo impensado de todo esto para ambos hacía un año atrás, la incertidumbre motivante de lo que se viene, dónde terminaríamos el 2012? Como será la llegada a la Quiaca… Cuándo? El día en que cada uno vuelva a su casa, a su entorno, lo distinto que va a ser todo, o no…

Cuando las sombras fueron largas nuevamente, volvimos al camino. El camino sin camino. Said nos lleva guiado por su instinto y experiencia de años cruzando las dunas. Su padre se guía por el cielo y las estrellas, él no. Nunca duda, nunca vuelve sobre sus pasos, y parece aparecer siempre en el punto exacto, ni un metro más, ni uno menos.

Lo que llamo "el toque Divino"

Lo que llamo «el toque Divino»

Con tantas horas juntos, el mimetismo con Seba, mi dromedario, es casi completo, somos uno. No había yuyo a su paso que quedara sin tarascón. Yo haría lo mismo, lo nuestro es el picoteo, los snack! Y no por eso llegamos sin hambre a las comidas!

La llegada al Desierto Negro, del otro lado de las dunas, es mágica. La suave y corrediza arena naranja va cambiando por piedra y ripio. Cada vez más plantas silvestres y el signo clave de estar en las proximidades de una comunidad nómada: animales. Cabras y burros se sorprenden con nuestra llegada. Vamos hacia una de las construcciones de adobe, la familia de Abdul. Tienen también un rancho para los animales y una gran jaima de alfombras.

Vida llegando al Desierto Negro!

Vida llegando al Desierto Negro!

Nos recibe su hijo y desde dentro de una de las habitaciones se asoma tímida una niña de unos 12 años. Se escucha un bebé que luego vemos a espaldas de la adolescente. Va cayendo el sol, y los animales vuelven lentamente al corral o cerca de él y de nosotros. Vemos otras construcciones a lo lejos, pero «vecinos». Siempre me imaginé a los nómades como una gran comunidad fraterna, pero no. Tiene más que ver con el paisaje, son solitarios y aislados. Están cerca, pero no mucho. Socializan más con los visitantes como nosotros que con las demás familias que vemos a 2 km.

Hacia el este hay una muralla natural, lo que en la escuela nos enseñaron como «meseta» realmente existe. Aquí nos marca el final de Marruecos y el comienzo de Argelia.

La cena por simple no deja de ser especial y sorprendente, la piza bereber que no es otra cosa que lo que en San Telmo, Plaza Francia o La Pulgas en Córdoba se conoce como «pan relleno». El método de horneado es en la arena, al calor de las brasas. Relleno de verduras varias y carne de algún animal. Por suerte es de noche y ya casi no vemos lo que comemos y por las dudas no preguntamos!

La piza bereber

La piza bereber

Despues del melón, la pregunta de dónde dormimos tiene una sola respuesta: afuera de la jaima!

6 Respuestas

  1. isamercol5

    ¿ Cómo será una persona que no tiene todos los camellitos en la fila?? Me encantó el » estar ahí»..y que con tanta inmensidad desconocida, siempre se pueda pensar en la Quiaca… ES EL VERDADERO SENTIDO DE UN VIAJE: Volver!!!

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