Estando en la habitación de nuestro segundo nido en la Antigua Medina de Fes, parece que las últimas horas hubieran sido un sueño, o una película, o un documental. Es domingo a la noche, y si no fuera por el pequeño ventilador estaríamos en un profundo e infinito silencio, sin nada que destelle ante nuestros ojos, nos llame la atención, nos grite, nos diga que le acompañemos a la tienda o restorán de la familia. Sólo esta hoja en blanco. Como abrir la puerta de una habitación vacía, que está lista para ser llenada. Y sobre todo si el lugar está en Marruecos (o la India), donde las diferencias culturales y religiosas son tan grandes y hacen de todo algo nuevo e interesante.

Bienvenidos a la Antigua Medina de Fes!

Bienvenidos a la Antigua Medina de Fes!

Andamos por las calles como dos chicos. Miramos todo con los ojos y la boca abierta. Nos tomamos de la mano para saber cuan seguro o nervioso se siente el otro. De repente nos detenemos y estamos mirando lo mismo, “¡viste?!”.

Todo es una foto perfecta. Pero casi nada nos animamos a fotografiar. La gente es amable y respetuosa, pero con un ímpetu e insistencia que a veces nos pone a la defensiva. Es claramente un lugar seguro, pero no vemos donde sigue ese callejón más allá de la tienda de babuchas multicolores, más allá del vendedor de aceitunas, pasando el carro del señor de los frutos secos… Todo eso es en sólo un par de pasos, no alcanzamos a ver más. Por momentos el único orden es el “rubro” de cada elemento. Indumentaria, babuchas aquí (quiero un par! Maite se volvería loca de verme con los zapatitos de la Princesa Jazmín), lentes de sol (necesito un par sí o sí, ya rompí los que tenía), accesorios varios (mmm, no tengo nada para atarme el pelo, y no me he comprado aritos en todo el viaje!), celulares (¿podrán desbloquear el nuestro?), juegos de té (no hemos tomado mucho té hasta ahora, pero como me gusta ese juego con una tetera como lámpara de Aladín y vasitos de colores!), túnicas (ME MUERO POR TENER UNA!), camisetas de hombre y calzoncillos (…).

Paseando entre mercados

Paseando entre mercados

¿Cuánto hemos caminado? Lo vamos a saber cuando querramos volver y sea todo en subida, ¿habíamos bajado tanto?

Un pequeño quiebre en el sentido de la calle y ya estamos en un sector más gastronómico. Todo dulce, se nota porque algunas cosas están cubiertas por abejas. Hay pequeños bocaditos acaramelados, una bandeja con una torta milhojas que es obvio que no tiene dulce de leche, pero que ganas de probarla! Facturas y pancitos de todas formas y tamaños. Cuidado que pasa el hombre con el carro de los panes… y pasa cerca de otro que hace sanguches con los panes de su mostrador. Tantos panes… Se comen todos esos panes en el día de hoy? Nunca probamos un pan que pareciera viejo, cómo hacen?

Galletitas dulces adictivas

Galletitas dulces adictivas

Otra vez en el mundo de la aceituna. Baldes y baldes con aceitunas de distintos tonos de verde, embadurnadas con mezclas de especias y verduras. Muy cerca el mesón de chocolates, almendras, nueces. No se puede todo en la vida: falta queso para la picada perfecta. Ese hombre tiene algo que parece un embutido pero es demasiado sospechoso. Qué será? Al lado hay un corazón de algún animal grande y con hipertrofa ventricular… perdón. Patas con pezuñas al lado de los hígados, enfrente hay más gallinas de las que entran en dos jaulas, apiladas, muy calladas para ser gallinas, pero vivas. (Tal vez están viendo un partido contra Belgrano 😛 ).

Alguien quiere una gallina? o algo?

Alguien quiere una gallina? o algo?

“Mirá el amigo” me dice Mariano, y tengo sobre mi hombro izquierdo la cabeza de un camélido colgando del gancho de un carnicero… De una “vaporera de carne” sale un olor nauseabundo (el primero y único de este paseo). Ya no tengo más hambre. Si me quedo dos segundos más frente a esto me vuelvo vegetariana, vamos!

Las frutas tiene un color y aspecto que extrañaba. En Europa la fruta era horrible, en Asia una delicia, aquí?? “Deme dos manzanas y un durazno, por favor”.

De repente llega aire nuevo. Vemos el cielo y nos damos cuenta que hace mucho no lo veíamos. Las cosas y la gente te encierran, y cuando no lo hacen la Medina está techada!

No hay plazas ni espacios verdes. Los claros son como un gran estacionamiento con algunas gradas. La gente se sienta ahí, tal vez sean los padres de todos los chicos que corretean con una pelotita de plástico.

Se nos terminó el agua de la botellita de paseos, volvamos que ya se nos hizo de noche. Las torres de las mezquitas empiezan a sonar haciéndose eco unas de otras. Vamos más despacio porque estamos cansados y porque por alguna razón se hizo muy cuesta arriba.

La mayoría de los negocios, antes llenos de cosas y colores, ahora son puertas de madera cerradas. La pared parece una sola… Alguno de todos los callejones es el que nos lleva al callejón donde están nuestra casa! Es el callejón con la «biblioteca de gatos».

La biblioteca de gatos, nuestra referencia para llegar al hospedaje

La biblioteca de gatos, nuestra referencia para llegar al hospedaje

Fundidos, llegamos a lo de Yussef… y todavía tenemos que subir tres pisos…

Fue un sueño? No, fue nuestro primer día en Fes.

Sobre El Autor

Soy Vito. De raíz riojana y treinta y pico de años. Viví también en Córdoba, Mar del Plata, Buenos Aires. Viajé por Nueva Zelanda, Cuba, Italia, Bolivia y otra veintena de países más. Pediatra de vocación y formación, y en los ratos que me hago entre el trabajo “serio” trato de aprender algo nuevo (tejer, cocinar, fotografiar, hablar otros idiomas, lo que sea). Amante del yoga (a.k.a. “profesora”), curiosa ayurvédica. Estudio y trabajo con la salud y la enfermedad, pero a mí lo único que me curó fue viajar. Una vez sentí que era hora de poner los pies en la tierra… y lo tomé demasiado literal, quizás.

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