«Estaba yo en una suerte de éxtasis ante la idea de estar en Florencia (…). Absorto en la contemplación de la belleza sublime, la veía de cerca, la tocaba por así decir. Había alcanzado este punto de emoción en que se encuentran las sensaciones celestes inspiradas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía con fuerza el corazón; sentía aquello que en Berlín denominan nervios; la vida se había agotado en mi, andaba con miedo a caerme.» Henrie-Marie Beyle, Stendhal, Roma, Nápoles y Florencia.

El Sindrome de Stendhal surgió a partir de la descripción de los síntomas que puede sufrir un ser vivo ante una obra de arte, éstos son: aumento de la frecuencia cardíaca, vértigo, confusión, alucinaciones. Don Herni, «Stendhal» para los amigos, fue quién hizo este relato en su diario de viajes por Italia, y sufrió de este fenómeno al visitar la Basílica Santa Croce a principios del siglo XIX.

Llegamos a Florencia cerca del mediodía, en tren a la estación Santa María Novella. Vimos el mapa que se expone en la esquina para encontrar el camino a nuestro hostal. Caminamos por la Via dei Panzoni en nuestro primer paseo florentino, viendo lo que nos esperaba en materia culinaria y llegando a la Via dei Cerretani no sé de qué estábamos hablando pero me quedé muda… Tenía ésto ante mí…

GLUP! Recreación de mi primer avistaje del Duomo (porque la primera vez real no pude ni sacar la cámara)

No sólo se metió automáticamente entre esos lugares que a lo largo de este viaje me conmovieron hasta las lágrimas, sino que los sacó a manotazos y se ubicó en el Nº 1 indiscutido. Y hacía menos de 15 minutos que estaba en la ciudad!

No recuerdo cuándo empecé a pensar y desear conocer Florencia, pero desde que empecé a planear este viaje, había una razón clara para llegar a Europa: ir a Florencia. De esas cosas que te atraen sin saber por qué.

Algunos años atrás, en un verano aburrido en La Rioja (yo me iba de vacaciones de verano a La Rioja, hay gente rara en el mundo…), mi mamá me dió un libro para amenizar el tiempo, una biografía novelada de Leonardo Da Vinci. Mi artista favorito, mi florentino favorito, la mente humana más admirable. Y si bien me venía perdiendo parte de su obra, expuesta en cualquier parte menos en Florencia, soñaba con caminar por las mismas calles que hace siglos caminó, reflexionó, se inspiró, pintó, inventó… Por esto y por limitaciones del tiempo, nuestra visita se acotó a la Ciudad Vieja, maravillosa y bella. Festejamos nuestra llegada cruzando el río Arno para disfrutar del atardecer cayendo sobre la ciudad desde lo alto del monte, junto a las escalinatas de la Plaza Michelangelo. A pesar que éramos cientos sacando fotos y escuchando la música de la tana-hipi (jipa) y tomando algo fresco, por alguna razón nos sentimos únicos y privilegiados.

Si uno está viendo esto, es porque el día que termina estuvo muy bien…

Como ya dije, el sindrome fue descrito en la Basílica de la Santa Croce, que estaba en la esquina del hostel, pero no conocimos. Coincidimos con un espectáculo de Roberto Benigni que relataba la Divina Comedia justo en el atrio de la Iglesia. Por la tarde se cercaban las calles y no nos podíamos acercar, y luego había mucha gente para entrar y priorizamos ir a las Galerías Uffizi. Y ahí sí que hay que ir con tiempo… 2 horas de cola para entrar!! O más, ya no recuerdo… Se puede reservar con anticipación y entrar sin espera, pero hay que pagar un poco más, o también entrar con un tour. Después de toda esa cola, queda muy poco ánimo para ver cualquier cosa, pero le pusimos algo de voluntad y lo disfrutamos igual. Destacan en el paseo las obras de Botticelli, por lejos lo más lindo (y abundante). También están La Anunciación de Leonardo, y La Virgen del Jilguero, de Rafael, faltaba el Maestro Splinter y pedíamos la piza!

Ponte Vecchio, sobre el Arno, de noche

La ciudad vieja tiene un brazo sobre el Río Arno, el Ponte Vecchio, un puente-galería. Con puestos de venta, y no sé si también hay algunos rincones de vivienda detrás de esas puertitas y ventanas coloridas. Una vista que atrapa de día y de noche. En sus cercanías se puede encontrar mucha variedad del exquisito gelatto italiano, el más rico del mundo hasta ahora (seguido de cerca por el argentino), a unos precios exorbitantes! Y para degustarlo como se merece después de la fortuna pagada, nos sentamos frente al Palacio Vecchio, que tiene en su entrada una réplica del David de Michelangelo (el real se encuentra en la Galería de la Academia), y de costado la Logia dei Lanzi, con esculturas impresionantes. Perseo decapitando un ñato, las Sabinas raptadas y Hércules dando cuenta de un centauro son las detacadas.

El Rapto de las Sabinas

Llegó el momento de ver a la gigantesca Basílica Santa María del Fiore, el Duomo, que inspeccionamos detalladamente por la noche, como dice Stendhal, «la tocaba por así decir», pero yo la tocaba de verdad, porque me parecía irreal. De noche, contrastando con el oscuro del cielo, nos parecía ver un tapiz pintado, pero no, es de verdad!

La fachada del Duomo, inmenso, inalcanzable con mi camarita 🙁

Cada detalle, cada expresión en las estatuas, los colores, el trabajo de restauración siempre en marcha. Durante el día, y por suerte sin casi nada de espera ingresamos, guardando decoro en la vestimenta por supuesto. Y justo a los pocos minutos empezaba un tour guiado en español gratuito. Así aprendimos a diferenciar los estilos de la decoración a través de los 140 años que pasaron desde el comienzo de su realización hasta que dijeron basta. Ni más ni menos que el Renacimiento apareció en el mientras tanto. La obra (porque es una obra de arte) tiene por todos lados la inscripción OPA, corresponidente al sindicato obrero que comandó la ejecución de esta «catedral del estado». Las obras de arte que la decoran son de los siglos XV y XVI, mi favorita una del Dante y un fondo que representa a su Divina Comedia, con imágenes infernales a un lado y donde deberíamos encontrar una alegoría al Paraíso… Florencia con el Duomo central! Frente al Duomo, el no menos impresionante Batisterio, que también integra la lista de cosas a ver en la próxima visita, porque voy a volver!

Algún día, Florencia Continuará!

Fundamental en Florencia (y cualquier lugar muy «artístico» que se visite): recordar que los lunes los museos por lo general cierran… razón por la que un martes tuvimos que elegir entre qué ver y qué no.

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Sobre El Autor

Soy Vito. De raíz riojana y treinta y pico de años. Viví también en Córdoba, Mar del Plata, Buenos Aires. Viajé por Nueva Zelanda, Cuba, Italia, Bolivia y otra veintena de países más. Pediatra de vocación y formación, y en los ratos que me hago entre el trabajo “serio” trato de aprender algo nuevo (tejer, cocinar, fotografiar, hablar otros idiomas, lo que sea). Amante del yoga (a.k.a. “profesora”), curiosa ayurvédica. Estudio y trabajo con la salud y la enfermedad, pero a mí lo único que me curó fue viajar. Una vez sentí que era hora de poner los pies en la tierra… y lo tomé demasiado literal, quizás.

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4 Respuestas

  1. Matias Hermida

    Vitooo, no conocia este sindrome, pero recuerdo mi encuentro con Il Duomo tal cual como lo decis… tenia 17 años y no pensaba que una obra arquitectonica fuese a quitarme la respiracion…
    Calculo que la sensacion de irrealidad primera se produce con ayuda de los edificios que lo rodean, porque hasta que no llegas al lugar nunca lo podes ver completo a traves de las calles que te llevan a el. En cambio se ve eso, un tapiz en el fondo. Un enorme tapiz, que solo deja de serlo cuando te acercas al punto de extender la mano para tocarlo y corroborar si es de verdad. Momento en el que te das cuenta que los intrincados dibujos no son tales sino que son complicadisimos bajorrelieves en marmol…
    La puerta de dorada, la cupula, la torre al frente…
    Sin dudas, Florencia es la ciudad mas hermosa de Italia, lejos.

    Segui VIVIENDO por mucho tiempo mas, besos!!

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    • Vito

      Tal cual, Mati, esa NECESIDAD de tocarlo para ver si es verdad. Impresionante!
      Besote para vos, a ver si nos volvemos a encontrar en rutas latinas!

      Responder

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