–          Tuk Tuk!

–          Quién es??

–          Tu peor pesadilla!!

Así quería nombrar este capitulo pero sería injusto con el hermoso mes que pasé en este país y donde hubo mucho más que acoso comercial. Pero sin dudas el puesto Nº 1 al hablar de las cosas que pasan en la calle de Camboya es la relación que se establece con el Tuk Tuk… un medio de transporte y de conocimiento de la cultura local.

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Mi primer viaje en Tuk Tuk

De ellos no se salva nadie. Cualquiera sea el estilo de viaje, no hay forma de evitarlos. La oferta es constante. Ni bien se divisa a un “carapálida” caminando un solo paso y ya empiezan los gritos. También habla de la cultura local el hecho de que caminar es un hábito casi extraño entre los lugareños. Nadie camina. Hay bicis, motos, muy pocos autos, pero nadie camina excepto los turistas, y por eso contrastamos con el paisaje urbano, incluso en los pequeños pueblos.

Empezó siendo una curiosidad, llega a ser simpático si se trata de ser original para responderles (y no aburrirse de uno mismo), sin dudas en más de una ocasión son indispensables. Hay distancias que no se pueden caminar, temperaturas que no se aguantan, y lugares, como Phenom Penh, en los que el tránsito es sólo para valientes (o inconcientes kamikazes). Pero termina siendo un verdadero tormento. Se llega al colmo de que te ofrecen el tuk tuk hasta cuando andás en bici, como me pasó en Siem Reap!

El diálogo típico es más o menos así (en espanglish es más divertido):

– Gelou mis!! (o leidi) Güer yu gou? Guana tuktuk??

– Nou zenks…

– Maibi tumorou? Gou tu de tempel, Angkor Wat! Gou nau for sanset!

– Noou, zanks…

– Ok (y bajando el tono), guana jet jai? Marihuana? Cokein? Jeroin?

-No!

– Maibi leiter… yu tok tu mi, ok?!

Llega a ser realmente insoportable.

En Phnom Penh los Tuk Tuk driver se dedican a otra cosa y no joden tanto…

Una subcategoría son las moto taxi. Un poco mas hartantes porque el diálogo, casi igual, se inicia con un bocinazo, o varios según lo que uno tarde en hacer contacto visual. Si se los ignora siguen prendidos a la bocina hasta que uno los mira.

Estas situaciones van muy de la mano con el puesto Nº2, por no decir que comparten el podio. Es la venta de todo tipo de producto y servicio. “No, gracias” termina siendo una frase que se dice cientos de veces en el día.

Según el lugar se encuentran, en Siem Reap dibujos y pinturas de los templos, en la playa vestidos y lentes de sol, pero son tan insistentes que uno no puede siquiera mirar porque mirar ya implica que inicien la negociación. De esto Phenom Penh zafa porque al ser tan “capital” no hay tantos puestos en la calle, y en el mercado central pasamos casi inadvertidos, no sé si fue porque era la hora del almuerzo… Al mercado ruso no fui.

En el apartado “servicios” en oferta callejera, pica en punta el cuidado personal o spa callejero. Piletones con peces para una pedicuría “natural” con peces muertos de hambre que comen la piel muerta de los cayos, camillas y reposeras para masajes, y si el cliente está tirado en la playa andan las mujeres ofreciendo el servicio a reposera con los pregones típicos: “masaaaaashh miss”, “manikiurr, pedikiurr” y hasta un novedoso (para mi) sistema de depilación con hilos de seda.

Fishspa… con cerveza gratis para atraer más clientes.

Los niños, mayoría en la población general, también son mayoría entre los vendedores. Fotocopias de libros, lentes, pulseras, postales. Lanzan apuestas a los potenciales clientes y juegan un TATETI o un “Piedra – Papel – Tijera” para terminar con el regateo.

El “potrero” en Camboya es para despuntar una extraña pero familiar versión de un deporte aún más extraño y nada familiar para nosotros: badminton con los pies, una pasión trasgeneracional. Los mas pequeños juegan una especie de mancha que se juega saltando en un solo pie.

Camboya fue allá a hace tiempo, colonia francesa, y de ahí le quedó algo maravilloso: la baguette!! Primer lugar en el sudeste asiático donde me reencuentro con el pan. Fue muy extraño cuando hice el primer viaje hacia Siem Reap ver en los clásicos carritos de comida callejera algo distinto, y me costó unas varias miradas darme cuenta que era real: había pan!! Fue un clásico en mis desayunos o almuerzos, algún sanguche (muy medio pelo, pero con PAN), o simplemente para acompañar con manteca. La mermelada es mala, como en el resto de Asia, y es algo que no comprendo habiendo tanta fruta y tan rica…

Algo que llama la atención viajando por las rutas camboyanas es ver las casas, precarias y no tanto, en las zonas mas alejadas de los centros urbanos. Tienen algo en común y es que están a 3 metros del piso. Se genera una especie de galería en el nivel inferior que durante la temporada seca se disfruta en familia, pero se ve que cuando azota el monzón hay que mudarse completamente arriba. Me tocó vivir algunas lluvias, chaparrones más bien, pero me cuesta imaginar el monzón en todo su esplendor viendo lo alto que tienen que levantar las casas.

Mi comida favorita en Camboya: amok. Una especie de curry, no tan picante o casi nada, de pollo, pescado o vegetales, hecho a base de leche de coco, y en algunos casos hasta lo sirven calentito en el coco! Imperdible.

No inmortalicé el amok, pero sí estos fideos a la khemer (notesé el jugo de mango infaltable)

Una particularidad del vestir, también lo vi en algunos lugares de Tailandia, pero aquí más notorio, es la onda Pijama. Todas las mujeres y muchos niños se visten con coloridos pijamas y así se los ve por la calle, en sus negocios, o paseando.

El último grito de la moda, pijamas!

La moneda es todo un tema. El billete circulante es un viejo conocido y verde (viejo verde?): el dólar. La moneda nacional se llama riel, pero se usa como equivalente a los centavos de la moneda americana. Entonces si algo te sale 1.50 y pagas con 2 dólares, te devuelven 2 mil riels. Antes de llegar había leído que convenía pagar y pedir siempre los precios en riels porque era mas barato pero la realidad es que es impracticable. Todos los precios están en dólares, salvo en algunos carritos de comidas y pequeños restoranes, que son tan baratos que se manejan en riels, aunque sean por encima de un dólar. Trataba de elegir esos lugares porque me ilusionaba con que fueran los últimos reductos camboyanos resistentes a la colonización monetaria… aunque los riels sólo abundaban en el menú, y los pagos se hacían cómodamente en verdes. En fin, el precio en sí es el mismo, y empezar a acumular los billetitos de 100 riels (0.025 centavos de dólar!) es una pesadilla.

Para terminar de darles un pantallazo de este país hermoso, algo de su peculiar idioma. Como todos los idiomas asiáticos, al oído suena como ruiditos mas o menos parecidos… y no estamos tan lejos de la realidad con esa impresión! En un diccionario bilingüe la parte inglés – camboyano es tres veces mayor que la parte camboyano – inglés. De lo que pude aprender en mis días ahí, se trata de un idioma que genera “construcciones” para nuestras palabras. El mejor ejemplo es el de los números, ellos tienen palabras solo para los números del 1 al 5, 10, 20, 30, etc, pero el resto se construyen, entonces 6 no es “seis”, es “cinco-uno”, 7 es “cinco-dos”, y asi. “Doctora” es un conjunto de las palabras “salud” y “maestra/profesora”. La escritura también es con símbolos, lo más fácil de entender son terminaciones frecuentes de ver en todos los carteles, como “minutos/horas” o “riels”. Lo que siempre hay que saber, “Gracias” se dice OKUN

OKUN CHA (MUCHAS GRACIAS!)

Sobre El Autor

Soy Vito. De raíz riojana y treinta y pico de años. Viví también en Córdoba, Mar del Plata, Buenos Aires. Viajé por Nueva Zelanda, Cuba, Italia, Bolivia y otra veintena de países más. Pediatra de vocación y formación, y en los ratos que me hago entre el trabajo “serio” trato de aprender algo nuevo (tejer, cocinar, fotografiar, hablar otros idiomas, lo que sea). Amante del yoga (a.k.a. “profesora”), curiosa ayurvédica. Estudio y trabajo con la salud y la enfermedad, pero a mí lo único que me curó fue viajar. Una vez sentí que era hora de poner los pies en la tierra… y lo tomé demasiado literal, quizás.

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